Por Daniela Chacón Arias
Quito, Luz de América es una frase que escuchamos con bastante frecuencia, especialmente en estos días convulsos para la capital, y que es pronunciada con bastante liberalidad, es decir, sin reparar mucho en su contenido. Se usa para destacar la valentía de los quiteños para liberarse del yugo español y luchar por su independencia.
También se usa para referirse, con algo de nostalgia, a esa ciudadanía movilizada que acabó anticipadamente con las presidencias de Bucaram, Mahuad y Gutiérrez y que estaría dormida e impávida ante todo lo que ha sucedido en la ciudad en los últimos años. Y ahora, a propósito del proceso de remoción a Yunda, es usada con aún más liberalidad para defender las posturas de los diferentes grupos de interés.
Ese primer grito de la independencia fue más un clamor de los criollos quiteños por acceder al poder político que estaba concentrado en los españoles a pesar de que ya tenían el poder económico. Y si bien este primer paso desencadenó otros que nos llevaron a la independencia en 1830, Eugenio Espejo fue uno de los primeros en reclamar que ese proyecto libertario no era uno de libertad para todos los ecuatorianos. Las bases de ese nuevo estado se asentaron sobre la negación de la existencia de los otros ecuatorianos.
Pero hemos sido los mismos quiteños quienes a lo largo de los años hemos peleado contra gobiernos y élites caducas por una sociedad más justa e inclusiva. Ese espíritu rebelde lo llevamos en la sangre. Quito es una antena libertaria, centro de resistencia contra las injusticias, cuna de movimientos sociales y de creación de pensamiento.
212 años después, algunos sectores de la ciudadanía quiteña salieron a las calles, con consignas libertarias, a exigir la salida de Yunda como alcalde o a apoyarlo. En ambas marchas había ciudadanos con legítimas demandas pero también grupos de interés político y económico que, al igual que hace tantos años, buscan proteger sus intereses. Y esta es precisamente una de las razones fundamentales por las que el conflicto que vive Quito no se ha podido resolver.
El juego de intereses tiene sumida a la capital en el caos y el desgobierno. Juego que se expresa en un sistema judicial que se vende al mejor postor, con decisiones contradictorias que ninguna institución o autoridad es capaz de validar o anular. Que se expresa en un Concejo Metropolitano que es incapaz de acatar sus propias decisiones, con concejales que legitiman a Yunda y a Guarderas al mismo tiempo y que cada vez que se reúnen arman un show. Que se expresa en una sociedad que promueve la polarización, colocándose en bandos que apelan a consignas clasistas o ideológicas que están lejos de representar el sentir de la ciudadanía quiteña. Juego que se expresa en que nadie es capaz de dar un paso al costado, mirar las cosas desde afuera, y asustarse del profundo daño que le están haciendo a la ciudad.
No nos sentimos representados por ningún bando. Queremos la salida de Yunda, una persona que ha abusado de Quito y sus instituciones para beneficio personal que no merece ser alcalde. Una persona que ha usado a la justicia a su antojo para aferrarse al poder quién sabe a qué costo, no es digna de gobernarnos.
Pero asimismo, nos preocupa su reemplazo pues tiene la misma génesis, la utilización de un partido político de alquiler para llegar al poder sin programa, sin base política ni visión de ciudad. Muchos de quienes se pronuncian por la salida de Yunda muestran descaradamente en cada declaración o acción sus ansias de poder.
Nos hemos centrado en seguir esta triste y patética novela, mientras la ciudad lleva abandonada prácticamente todo el 2021. Los problemas de fondo, agravados por la pandemia, ni siquiera son parte de la conversación.
Es preciso que este conflicto sea resuelto inmediatamente, la Corte Constitucional tiene una responsabilidad enorme en sus manos y no se diga los actores políticos frente a su decisión. La ciudadanía tiene que seguir activa, ya sea a través de movilizaciones, convocatorias, conversaciones en los barrios y colectivos, incidiendo en sus entornos, activa para enfrentar lo que se nos viene después de la resolución de este triste episodio.
Lo que está sucediendo en Quito es un termómetro de lo que puede pasar en el país: las consecuencias de la mezcla de un sistema de partidos políticos que promueve la llegada de personas improvisadas y con agendas particulares al poder, un sistema judicial y otras instituciones de procesamiento de conflictos sociales que no generan confianza en sus decisiones y una ciudadanía polarizada presa fácil de visiones radicalizadas incapaces de encontrar puntos de acuerdo.
Nos urge reencontrarnos con ese espíritu libertario que buscaba hacer de Quito y del país un lugar más justo, incluyente y donde todas las personas podamos desarrollarnos en condiciones de igualdad y libertad. Lo tenemos en nuestras venas y el país nos lo reclama. Independientemente de lo que pase con Yunda y Guarderas, nuestro deber ciudadano está en forjar un proyecto de ciudad que nos incluya a todos, que exprese nuestras coincidencias y que nos permita procesar pacíficamente nuestras diferencias. El 2023 está a la vuelta de la esquina y no podemos seguir esperando a que en una nueva alcaldía las cosas cambien.