Por: Tamara Idrobo, activista feminista
Cada 31 de diciembre las personas nos aferramos a rituales que nos permiten analizar y evaluar lo sucedido en el año que despedimos. También empezamos a crear listas de intenciones y objetivos a ser trabajados -y ojalá alcanzados- en el año nuevo que inauguramos con esperanza, con fe, con muchos sueños y promesas.
Estamos a puertas de inaugurar el 2023 y es el momento para que reflexionemos y trabajemos por los sueños que tenemos. Atrevámonos a escribir nuestros propósitos y a tratar de cumplirlos.
Andrés Seminario en su artículo “¡Esto es guerra! o 3 ideas para cambiar hábitos de manera sostenida” (que les invito a leer aunque tengan resistencias por el rol que él decidió asumir durante este año como Secretario de comunicación de la presidencia) comparte tres ideas para cumplir con las metas que se propongan. Este artículo me ha invitado a reflexionar sobre la importancia de atrevernos a tomar decisiones que nos permitan hacer los cambios y a asumir las responsabilidades del trabajo que tenemos que hacer para lograr obtener lo que anhelamos, porque como Andrés escribió, yo también considero que “las emociones crean hábitos.”
Y es que el 2023 se presenta como un año duro y desafiante. La humanidad todavía se encuentra intentando emerger de todas las consecuencias que nos ha dejado una pandemia que trajo nuevamente un tsunami de contagios durante el 2022. Contagios que sin bien no fueron mortales como al inicio, sí significó que a través de las nuevas variantes del virus quienes no habíamos adquirido el virus antes lo hiciéramos durante el 2022. Vacunas incluidas. Muchas personas también tuvieron su segundo, tercero y hasta cuarto contagio. También deseo enviar miradas al cielo por todas las vidas que el Covid-19 se ha llevado desde que el mundo tuvo que enfrentarse a este virus. En el Ecuador aún seguimos en la espera de llegar a conocer los datos reales que, sin tener un registro serio, sabemos será imposible llegar a tenerlos.
Inequívocamente sabemos que ya hemos aprendido a convivir con un virus.
Con lo que estoy segura de que nunca vamos a poder aprender a convivir es con las insolencias, violencias y perversidades de actores y lideres políticos que, ocupados por disputar cualquier poder a dentelladas, poco les importa el rol que deben cumplir en la preparación de perfiles de sus candidatas y candidatos, muchas de ellas y muchos de ellos son personas que sin preparación política y sin un plan realista, ansían llegar a ser electas y electos en las próximas elecciones que se nos avecinan en Febrero próximo.
Con lo que también no deberíamos aprender a vivir es con el absoluto cataclismo de un Estado que es incapaz de asegurarse que sus instituciones funcionen debidamente para garantizar los servicios a la ciudadanía.
Tampoco podemos aceptar como un modo de vida que un gobierno pretenda solucionar los graves problemas de inseguridad, desnutrición infantil, acceso a servicios de salud, infraestructura, falta de empleo y educación a través de un referéndum con varias preguntas centradas a engañarnos.
Así mismo, no podemos aceptar que las ineptitudes de ciertas instituciones del Estado en vez de garantizar seguridad y justicia, perennicen la impunidad, acepten cobardes prácticas de un espíritu de cuerpo malévolo y guarden silencios infames frente a los mas de 272 casos de femicidios que el Ecuador ha contabilizado en el 2022.
También, no debemos normalizar la ineptitud de una Asamblea Nacional y de un Gobierno que poco o nada hacen por legislar leyes que garanticen los derechos humanos del pueblo ecuatoriano.
Sin embargo, en medio de las realidades que cada persona debe enfrentar, es importante hacer el balance de todo lo bueno que nos deja el 2022. Estoy segura que ustedes que tienen la paciencia de leerme, quizás puedan celebrar los desafíos superados y sino pocas, sí varias lecciones aprendidas.
En el nuevo año tendremos que asumir mucha fortaleza y decisión para poder sacar adelante nuestros propósitos, que como me lo dijo un buen amigo y que considero viene bien mencionar sus palabras en el contexto de un año venidero: a la vida -como a los proyectos de trabajo- también hay que transitarla en sus caminos con pasión, resistencia, persistencia y constancia.
Sabemos que el 2023 es un año donde la mayoría de las personas estaremos atravesando desafíos en varias de las esferas de nuestras vidas. Muchas personas estarán luchando con las secuelas económicas y sociales de la pandemia. Seguramente tendremos que seguir luchando para garantizar un trabajo, terminar estudios y/o subsistir en una economía quebrantada por un sistema que sigue abriendo brechas de desigualdad.
Para sortear los desafíos y dolores, para lograr las metas que deseamos alcanzar, sabemos que debemos tener las fuerzas que no solo nos permitan resistir, sino también, crear transformaciones y para eso es necesario que reconozcamos que debemos atrevernos a sentir, a decir, a hacer.
¡Atrevámonos!
Atrevámonos a vivir sin miedo cuidando siempre a las personas de nuestro entorno, cuidándonos.
Atrevámonos a escuchar a nuestro instinto y dar ese paso que nos permita encontrarnos, descubrirnos o reinventarnos.
Atrevámonos a desafiarnos e intentar lo que hemos deseado hacer y que no hemos podido por las circunstancias, o simplemente porque no nos hemos atrevido.
Atrevámonos a creer en nuestras capacidades y a experimentar, porque lo que no se intenta, no se aprende y lo que no se hace, no se conoce.
Atrevámonos a persistir y retomar aquello que empezamos y que aún no hemos terminado.
Atrevámonos a liberarnos soltando aquello que no nos deja ser, sentir, decir, hacer.
Atrevámonos a reconocer nuestros dolores con el fin de que logremos sanarnos de todo aquello que nos ha lastimado.
Atrevámonos a planificar los momentos que nos permitan estar más presentes y vivir sintiendo las intensidades de los momentos.
Atrevámonos a no sentir culpa cuando gozamos.
Atrevámonos a expresar lo que sentimos.
Atrevámonos a escribir lo que pensamos.
Atrevámonos a nombrar las violencias y a dejar de normalizarlas.
Atrevámonos a incomodar rompiendo esos silencios cómplices que perpetúan lo que violenta, o lo que nos violenta.
Atrevámonos a luchar por nuestros derechos.
Atrevámonos a vulnerarnos y a fortalecernos desde nuestra humanidad.
Atrevámonos a equivocarnos y a aprender de nuestros errores.
Atrevámonos a asumir nuestras responsabilidades para entendernos mejor.
Atrevámonos a tener miedo para conocer como perderlo.
Atrevámonos a ser para poder amar, sentir y hacer.
Este 2023 ¡Atrevámonos a atrevernos para transformarnos!
La opinión de Tamara Idrobo.