El indicador de la prueba de embarazo marcó positivo. Fuimos a la doctora de cabecera y le informé que habíamos hecho una prueba de embarazo que dio positivo. La doctora me miró y me dijo: “Estás embarazada ¿Qué es lo que TÚ quieres hacer?”
Aquí, #DondeYoVivo, el aborto libre está despenalizado desde 1980 y entró en vigor en 1981. En Países Bajos, una mujer que no desee seguir con un embarazo puede acceder libremente a un procedimiento de aborto dentro de las 24 primeras semanas de gestación. Adicionalmente, en febrero de 2021 se dio una votación dentro del parlamento neerlandés para eliminar el “período de reflexión” de cinco días que se exigía como requerimiento, antes de que una mujer pueda acceder al procedimiento de un aborto. En Países Bajos, los datos son contundentes mostrando que el índice de aborto se mantiene estable en 8.6 de 1000 mujeres en edades de entre 15 y 45 años que abortan.
Mientras en este país europeo se garantiza el derecho de las mujeres a acceder a procedimientos de abortos legales y seguros (con su índice de abortos durante mucho tiempo que se mantiene estable y que ha demostrado que garantizar servicios al aborto NO incrementan la incidencia de éstos); actualmente en el Ecuador, las mujeres y las feministas seguimos librando la batalla por el derecho a la reparación para niñas, mujeres y personas con capacidad de gestar que han sido violadas. Es decir, continuamos disputando el derecho a que víctimas de abusos sexuales y sobrevivientes de estas violaciones puedan acceder al servicio de un aborto voluntario, SI ASÍ LO DESEAN.
Nuestras voces han sido escuchadas, a medias.
Las mujeres y las feministas llevamos la lucha por lograr la despenalización del aborto por varias décadas. Luego del dictamen de la Corte Constitucional el pasado 28 de abril de 2021 despenalizando el aborto por violación, las feministas hemos estado educado, informando y disputando la narrativa de este dictamen que busca nada más ni nada menos que reparar la vida de niñas, mujeres y personas con capacidad de gestar que han sido víctimas de un acto tan execrable como es una violación.
Y es que nos encontramos en un momento decisivo. El próximo martes 25 de enero, la Asamblea Nacional mantendrá el segundo debate y se procederá a votar el informe de mayoría del proyecto de Ley de Interrupción Legal Voluntaria del Embarazo por Violación.
Esta lucha lleva avances y retrocesos. Pero sin duda alguna, en Ecuador se han dado pasos que ya han marcado el terreno de la disputa eterna que las mujeres enfrentamos. Esta contienda es sobre la capacidad de decisión que tenemos sobre nuestro cuerpo y a la autonomía de poder ejercerla.
A lo largo de la historia de la humanidad, los cuerpos y las vidas de las mujeres (por ser capaces de gestar) han sido subordinados a lo que los Estados y las sociedades han determinado desde los valores religiosos, o simplemente, desde lo que conocemos como dogmas de fe. Las mujeres en el Ecuador estamos disputando nuestro derecho humano de poder tomar decisiones sobre nuestros cuerpos y sobre nuestras vidas. Sin embargo, es tan difícil hacer comprender a una sociedad que desconoce o que se niega a comprender que las mujeres no somos máquinas gestantes, sino que somos personas cuyos cuerpos, bajo decisión propia, pueden o no llegar a gestar.
Tampoco se entiende que para que se de una concepción no deseada, se requiere de una esperma que proviene de un hombre que no supo, no quiso, o no pudo asegurar que no llegue a donde no tenía que llegar, produciendo así una concepción no deseada que es albergada en un cuerpo que es capaz de gestar pero que NO es el del hombre.
Y es así, en Ecuador hay muchas personas que aún creen, y que están convencidas de que las mujeres, niñas y todos los cuerpos con capacidad de gestar somos las responsables de evitar los embarazos y que cuando un embarazo no deseado ocurre, somos las culpables de haberlo permitido. NO se analiza ni se acepta que el culpable y responsable de esos embarazos son los hombres productores y regadores de esperma. Y es que SIN esperma no hay concepción. Así de clara, simple y lógica es la biología humana.
Las niñas son niñas, no madres.
Las feministas hemos argumentado hasta el cansancio -y más allá- que la Ley de interrupción legal voluntaria en casos de violación, no pretende obligar a una niña (mujer o persona con capacidad de gestar) a abortar. Tan solo buscamos contar con una ley que permita y asegure el acceso al servicio de aborto voluntario a quienes han sido víctimas y han sobrevivido al ese crimen atroz de la violación. Así, las niñas tendrán la posibilidad de mantener su niñez y no ser forzadas a ser madres, pues forzarlas a mantener la gestación en su cuerpo, que biológicamente no está listo para gestar, significa poner en riesgo su vida, en todos los aspectos.
La realidad, en la que hemos vivido y viven las niñas ecuatorianas, nos demuestra que tenemos una sociedad que normaliza el acto atroz de la violación. Esta realidad muestra que muchas niñas son sistemáticamente violadas por hombres de su entorno familiar y que muchas veces llegan a darse cuenta de que están gestando el producto de la concepción forzada, cuando están atravesando más de 20 semanas de gestación.
Aún así, existen personas (muchas de ellas líderes políticos reconocidos como Rafael Correa que se unen a la voz de María de Lourdes Alcívar, esposa del presidente de Ecuador) que defienden que las niñas sean obligadas a mantener esa gestación hasta su término, imponiendo sus dogmas personales de fe sobre esos cuerpos frágiles, violentados y subordinados. Estas personas no tienen nada que hacer o que ver con el poder de legislar leyes en un país que se dice democrático y laico.
La temporalidad de esta ley es lo que se ha discutido hasta el cansancio. Muchas feministas han escrito y explicado con mucho detenimiento, sabiduría y paciencia el por qué los plazos en una Ley que busca garantizar el acceso al aborto por violación no deberían existir. Aún así, seguimos discutiendo si lo que se está gestando sin ser deseado (y muchas veces rechazado, porque eso es lo que ocurre cuando una niña o mujer violada NO tiene ni siente apego con esa concepción forzada) tiene más importancia que la vida misma de la niña y mujer violada, y por lo tanto, debe ser defendido.
Y es que no se comprende que esta Ley, que las feministas llamamos como #LeyJustaYReparadora, es para las víctimas, porque busca reparar sus vidas. Debe quedar claro que esta Ley no está hecha para castigar al violador, porque para los perpetradores ya existen leyes y contamos con el Código Orgánico Integral Penal.
Esta ley es para ellas, para protegerlas, para las niñas que no pueden ser madres porque hay un Estado que fue incapaz de asegurar que esas niñas vivan vidas libres de todo tipo de violencias.
En el discurso de la gente que se opone a esta ley se nota, en demasía y con claridad, que la prioridad es el violador, y que el violador importa más que la necesidad de reparar la vida de una niña violada. En estas posturas se ejemplifican como se ante pone todo en su discurso con tal de no aceptar que esta Ley tiene sentido y que debe implementarse. Reparación y justicia que son derechos humanos y que deben prevalecer en la vida de las niñas y mujeres cuyas vidas han sido desutruidas.
Si el Estado ecuatoriano cumpliría sus obligaciones (de asegurar que niñas, mujeres y personas gestantes no sean violentadas ni violadas) quizás podríamos empezar a hablar de lo que les importa a los que se oponen a la ley: el producto de la violación. Así, el Estado ecuatoriano debería garantizar que aquellas mujeres que deseen dar en adopción al producto de la violación, puedan hacerlo bajo todas las condiciones de salud y de legalidad garantizadas. Mientras eso no ocurra, el Estado (ni Rafael Correa, ni María de Lourdes Alcívar, ni ninguna otra persona) no puede ni debe obligar a parir a niñas, porque ¡Las niñas son niñas y NO SON madres!
El derecho humano a elegir.
Yo creo que el debate que nos espera el próximo 25 de enero, (y posteriormente) no solamente girará en torno al aborto por violación, sino también que desde la otra orilla de la gente anti-aborto, seguirán buscando establecer que el aborto no consta como derecho humano en ninguno de los documentos internacionales que defienden y promueven los derechos humanos.
Nuevamente, se pretende imponer un discurso de derechos, ignorando que el derecho a decidir, a elegir y a vivir vidas libres de todo tipo de violencia es eso, un derecho humano. En la vida de cada niña, mujer y persona gestante violada sus derechos les han sido arrebatados. Por eso, con esta Ley que es para las víctimas el Estado debe garantizar y asegurar la justicia y la reparación de derechos sobre sus vidas violentadas.
Las mujeres históricamente, venimos enfrentando las arremetidas de sociedades profundamente religiosas que son misóginas, machistas y violentas. Sociedades, como la ecuatoriana que se niega a comprender o a aceptar que las mujeres somos más que cuerpos con la capacidad de gestar.
Los abortos han existido, existen y seguirán existiendo.
Quizás ustedes saben, conocen o han acompañado a mujeres que han abortado.
El aborto es una realidad, que por más que pretendan crear coaliciones nacionales o internacionales de defensa de lo que llaman “vida desde la concepción”, se mantendrá existiendo a pesar de todos, de todo y de tanto.
Los abortos siempre han existido y seguirán existiendo. El problema que existe en países como el Ecuador, donde los dogmas de fe y las religiones imperan en la vida, decisiones y cuerpos de niñas y mujeres, es que los abortos son clandestinos. Sí, las mujeres abortan, y mientras ustedes leen este artículo, están llevándose a cabo abortos de forma clandestina e insegura en el Ecuador.
Mientras el aborto libre no sea ley en Ecuador, las niñas, adolescentes, mujeres y personas gestantes seguirán abortando en la clandestinidad. La realidad indica además que quienes tienen recursos para practicarse abortos que garanticen estándares de salud, logran seguir con su vida, mientras que las mujeres pobres seguirán practicándose abortos que pondrán en riesgo su vida y muchas de ellas, morirán. Estas muertes suelen registrarse como complicaciones obstétricas y tan solo basta dar una mirada a los datos de “mortalidad materna” que indican que en 2020 en el Ecuador se registraron 163 muertes por esta causa. Me fue imposible acceder a los datos de mortalidad materna en 2021 en la página de internet del INEC.
Y es que pese a que el Estado, las Iglesias y la sociedad en general, quieran decirnos lo contrario, nosotras demostramos todos los días que las mujeres abortamos y que hay quienes llegan a arriesgan su vida -y muchas mueren- debido a que el Estado nos arrebata el derecho a defender nuestros cuerpos y nuestras vidas, sobre las creencias de instituciones, y referentes políticos.
Las feministas hemos estado presentes debatiendo y escribiendo artículos, explicando y exponiendo nuestros argumentos con toda la fuerza de la razón y la claridad que tenemos de la lucha por defender nuestros derechos humanos. Derechos a decidir sobre nuestras vidas y cuerpos. Las feministas hemos explicado a la sociedad -y éste es un intento más de sensibilizar- para que se comprenda que la Ley de #AbortoPorViolación no pretende obligar a ninguna persona sobreviviente de una violación sexual a abortar. Mucho menos estamos promoviendo el “asesinato” de un feto que pueda vivir fuera del cuerpo que lo gesta. Estamos luchando por la reparación de ese crimen para asegurar que las niñas puedan seguir siendo niñas y no madres, y que las mujeres puedan continuar su vida sin ponerla en riesgo buscando abortos clandestinos. ¡Nuestra lucha es por la vida, por sus vidas, por nuestras vidas!
Mientras…
Mientras el Estado ecuatoriano no cumpla con sus obligaciones de garantizar la defensa de la vida de todas las niñas, mujeres y personas gestantes a no ser violadas sexualmente ni violentadas de ninguna manera, las feministas estaremos visibilizando y demandando justicia por cada una de esas vidas que son violadas y violentadas sistemáticamente y que la sociedad ecuatoriana ha normalizado esta tortura con tanta deshumanización.
¿Qué quieres hacer? Fue la pregunta que la doctora me hizo cuando asistí a la consulta de mi primer embarazo. Esta pregunta vislumbró en mí una realidad de una nación que nos reconoce a las mujeres como personas capaces de decidir sobre lo que sucede en nuestros cuerpos. Una pregunta simple, pero una pregunta que contiene derechos y una lucha de décadas que las mujeres neerlandesas dieron en los años 70 y que hicieron posible que ahora, las mujeres en Países Bajos, gocemos y ejerzamos de ese derecho a tomar decisiones sobre nuestros cuerpos y vidas de forma informada, libre y sin coerciones de ningún tipo.
¿Qué quieres hacer? Es la pregunta que todas las mujeres deberíamos tener la oportunidad de responder en el Ecuador. ¿Qué quieres hacer? Es la pregunta que el Estado debería hacernos para luego asumir los servicios que se deriven de nuestra respuesta.
Si la respuesta es negativa, el Estado debe garantizar el procedimiento de un servicio de aborto médico. Si la respuesta es positiva, el Estado debe garantizar la atención a la salud integral durante todo el embarazo, parto y post parto.
¡Cuánto camino nos queda aún por recorrer a las mujeres y a las feministas, hasta que cada mujer que no desea llevar adelante una concepción no deseada pueda acceder a que en el Ecuador le pregunten ¿Y tú, que quieres hacer?!
Mientras tanto, los grupos de mujeres y feministas seguiremos luchando para que la sociedad ecuatoriana entienda y comprenda la importancia de construir un Estado que nos garantice la vida. Que pueda hacernos preguntas que indiquen que está dispuesto a asumir su responsabilidad de brindarnos servicios libres, gratuitos y seguros para cualquiera de las respuestas que las mujeres demos.
Mientras llega ese día de garantizar la legislación a favor de los derechos a la vida de las niñas, adolescentes, personas gestantes y mujeres violadas, nos seguiremos preguntando: ¿Quién tiene que decidir?, o ¿Quién tiene el poder o la potestad para decidir sobre las concepciones que son productos de un acto tan atroz como es la violación sexual?
¿Quién decide sobre el cuerpo de una niña, mujer o una persona gestante que ha sido violada y que como consecuencia de ese acto atroz lleva en su cuerpo una gestación que no es deseada?
¿Quién decide – quién decide?
¿El cura de la parroquia?
¿El presidente del país?, ¿Su esposa?
¿Un Expresidente?
¿Una doctora o doctor?
¿Una abogada o abogado?
¿Una jueza o un juez?
¿Un hombre que no gesta pero que opina en twitter?
¿Usted?
¿Yo?
¿No les parece que quien debe decidir es únicamente la persona en cuyo cuerpo existe el producto de una violación? Producto que toda una sociedad está disputando por sobre el derecho humano de esa niña, mujer o persona gestante violada a decidir sobre su propio cuerpo y vida.
Aquí, #DondeYoVivo, decidí YO. Mi decisión fue libre, voluntaria y acompañada.
Yo anhelo que todas las mujeres en el Ecuador tengan también ese derecho y que puedan ejercerlo. Defiendo y defenderé siempre la vida de las niñas, mujeres y personas gestantes. Lucharé para que todos los abortos clandestinos dejen de existir y que sean abortos libres, legales, seguros y gratuitos. Seguiré aportando con mis palabras para que eso suceda.