Por: Ph.D.© María Eugenia Molina. Experta en Comunicación Estratégica/Docente Universitaria
La comunicación es un acto cotidiano que de modo verbal y no verbal se constituye en la manera que tenemos para intercambiar ideas, pensamientos, sentimientos e información, si vamos a la definición primigenia de la palabra encontramos que viene del latín comunicare que significa poner en común, compartir un mensaje con los demás; desde esta perspectiva el acto comunicativo es inherente a todos los seres humanos e -incluso a otras especies que también se comunican- y de ninguna manera se reduce a las transmisiones de los medios.
La comunicación desde su sentido amplio es la mejor aliada para involucrar a la población de una ciudad, región o país en la generación de convivencia ciudadana para el logro de objetivos de interés común que nos beneficien a los miembros de la sociedad, de allí la importancia que tiene que, desde la autoridad, se prioricen los procesos de comunicación estratégica al servicio de la gente.
La comunicación gubernamental en sus diferentes estamentos, desde lo local hasta lo nacional, no puede reducirse al mero hecho de contar una noticia o dar una información de modo vertical, ese esquema de emisor-mensaje-receptor quedó en el pasado, hoy es fundamental que los ciudadanos estemos involucrados en los procesos comunicativos como partícipes de lo que sucede a nuestro alrededor y nos atañe directamente, del mismo modo, que desde nuestra condición de mandantes podamos interpelar a los mandatarios sobre sus decisiones, acciones y omisiones, que nos afectan de modo positivo o negativo; es clave conocer de qué manera y bajo qué estrategias las autoridades están trabajando las distintas temáticas, sobre todo aquellas que implican mayor grado de complejidad.
Por ejemplo, situaciones de riesgo y crisis que se pueden presentar por infinidad de factores y de qué forma se los pretende gestionar, recordemos que vivimos en un territorio con gran cantidad de riesgos de origen natural, en medio del cinturón de fuego del Pacífico, estamos asentados sobre fallas geológicas, somos proclives a sufrir deslaves, inundaciones, incendios, sin dejar de contar las crisis que estamos pasando y las que se vienen como consecuencia directa e indirecta de la pandemia del Covid-19, donde siempre habrá un alto número de víctimas, sobre todo aquellas que tienen menos acceso a la educación, salud, alimentación, seguridad, información.
En esas circunstancias deberá ser la autoridad quien marque las pautas comunicativas, pero con el necesario involucramiento de la sociedad en su conjunto mediante la preparación articulada de la población, es imperativo que se tome en cuenta sus criterios, experiencias, necesidades y saberes, pues, si no es así, la ciudadanía al no sentirse partícipe de estas decisiones, las toma como una imposición y se pierde la posibilidad de enriquecer esta construcción de sentido desde lo colectivo, con lo cual su sensación de pertenencia disminuye ostensiblemente.
Cuando tratamos con personas en condición de vulnerabilidad por distintos motivos, sea por causas de origen natural o antrópico, la comunicación es la estrategia más efectiva para lograr espacios de diálogo y convivencia que ayuden a dar paso a soluciones reales, mas no puede haber comunicación efectiva si no se da la importancia a los consensos con base en los aportes de la población, cuando el diálogo se torna en una suerte de imposición se corre el grave riesgo de llegar a posiciones irreconciliables que solo pueden ser superadas mediante estrategias de participación y vigilancia por parte de las fuerzas vivas y la integración de representantes de la sociedad en donde los ciudadanos seamos actores y no solo entes pasivos a los que se les niega la posibilidad de ser escuchados.
En este punto es impensable creer que los aportes de la población no son necesarios y desde las esferas gubernamentales nacionales y locales es mucho lo que se puede aprender de las experiencias y saberes de la gente, por ello es fundamental la participación conjunta entre mandantes y mandatarios, donde cada uno y desde su propio rol alimente la comunicación y la participación para transitar hacia una verdadera estrategia de convivencia que nos permita gestionar mejor los riesgos a los que estamos expuestos y superar las crisis causando el menor daño posible, gracias a la preparación previa y a la retroalimentación que se logre en estos procesos.
La comunicación es participación y para ello se requiere de estrategias integrales que trasciendan la simple información, solo de este modo se puede lograr la incorporación de la comunidad en los procesos que nos atañen directamente “el libre e igualitario proceso de comunicación por acceso-diálogo-participación está basado sobre la estructura de derechos-necesidades-recursos y se dirige al cumplimiento de múltiples propósitos” (Beltrán, L.R.)
Finalmente, la comunicación como estrategia válida de convivencia social y de convivencia con el riesgo y la crisis, se da en tanto haya un proceso de edu-comunicación que vaya construyendo metodologías de interacción que permitan la participación social en la construcción de procesos dialógicos, en los que quienes estemos involucrados podamos aportar desde nuestros conocimientos y saberes, estos procesos que otrora pudieron sonar utópicos, hoy no solo que son posibles, sino necesarios para salir adelante en medio de una de las peores situaciones que estamos pasando como sociedad.