Por: Wilson Benavides Vásquez, analista político
Confrontar siempre será una fórmula para ganar popularidad, amplificar audiencias, incrementar seguidores y poner nuevamente en circulación a personajes que están saliendo del radar de la opinión pública. Pero la confrontación y la polémica no son únicamente estrategias pensadas para estos fines sino que constituyen también prácticas sociales arraigadas en nuestras culturas políticas locales y nacionales.
Generar polémica y deslegitimar al adversario es -en el plano de la comunicación política- mucho más rentable que posicionar datos estadísticos, analizar encuestas o ahondar en explicaciones conceptuales de largo aliento.
Eso fue lo que los ecuatorianos observamos en la última entrevista del presidente Guillermo Lasso con el periodista Carlos Vera transmitida por los canales de televisión incautados y que se produjo casi de manera consecutiva con un incidente que el comunicador provocó con uno de los colaboradores de su programa en internet, que no tardó en hacerse viral.
Un diálogo en el que frases del primer mandatario como “usted no sabe nada de administración pública” o “las encuestas me importan un pito” matizaron el encuentro en el que además ambos personajes se equivocaron geográfica y aritméticamente ubicando al río Upano en una provincia a la que no pertenece, así como calculando de forma inadecuada una cifra relacionada con el valor mensual que ganaría una ama de casa con un emprendimiento propio.
Fue en ese contexto, en el que el presidente habló de la existencia de “dos Ecuadores”: el uno real, dijo, y otro el de la prensa. Con ese razonamiento, el país que Lasso y sus consejeros imaginan es “próspero y seguro”; la delincuencia ha reducido y las muertes violentas son resultado de las represalias del crimen organizado a las incautaciones de droga que ha concretado su gobierno, mientras que el riesgo país refleja las consecuencias del paro nacional de junio pasado. Bajo esta premisa, nada es responsabilidad del gobierno sino de actores externos como el crimen organizado y los indígenas, o como antes ya lo mencionó de Correa, Nebot y Leonidas Iza.
El otro país, en cambio, es el país de la prensa, que solo muestra lo malo y no destaca lo que el gobierno hace por la gente como la entrega de bonos de desarrollo humano y viviendas fiscales. Un país, en cambio, que muestra la crudeza del sicariato, las acciones violentas de la delincuencia organizada, el narcotráfico, la corrupción y la desatención de los servicios públicos como la falta de medicinas en los hospitales, el colapso de los sistemas en el Registro Civil, entre otros.
Lo cierto es que entre los “dos Ecuadores” hay una realidad que se impone en el mundo de los hechos y no en el de la propaganda política. La última encuesta de Market realizada en Quito y Guayaquil con más de 700 casos, revela que el 98,6% de los ecuatorianos considera que actualmente las cosas en el país están “mal”, “pésimo” y “regular” y el 95,6% considera que en los próximos meses continuarán “peor” o “algo peor”.
El 92,9% de los encuestados por Market considera que el manejo que hace el gobierno de la seguridad es malo; el 92% tiene la misma percepción sobre los asuntos políticos; el 90,6% califica de igual forma a la anunciada pero inexistente creación de empleo; el 89,8% señala que es inadecuado el manejo de la economía y el 86,1% opina igual respecto de la comunicación gubernamental.
La Función Judicial tiene el más alto porcentaje de calificación negativa con 91,5%, seguida de la Asamblea Nacional (90,1%), la Policía (86,9%), el presidente Lasso con 85,5%; las Fuerzas Armadas (63,2%) y los medios de comunicación, con el 59,6%.
En este escenario, la confrontación Lasso-Vera refleja, entre otras cosas, que los “dos Ecuadores” solo existen en Carondelet.
La opinión de Wilson Benavides.