Por: Wilson Benavides Vásquez, analista político
Juzgar a la prensa desde el punto de vista moral es una de las estrategias más utilizadas por los gobiernos de todas las tendencias ideológicas para desacreditar la crítica, minimizar el descontento popular, ocultar los hechos de corrupción de personajes cercanos a su entorno o deliberadamente colocar en la agenda pública sus temas de interés por sobre los difundidos por el periodismo.
Algunos presidentes y altos funcionarios justifican sus acciones argumentando que la prensa cumple un rol que va más allá de las salas de noticias convirtiéndose en “actores políticos sin legitimidad democrática”, otros han calificado abiertamente de “pseudoperiodistas” a quienes los han criticado, y unos más han defendido a sus funcionarios organizando actos públicos de respaldo como sucedió con un ex contralor general del Estado y un ex presidente del directorio del Banco Central del Ecuador.
El caso Danubio donde está implicado un ex consejero presidencial ad honorem y la actual situación del hoy ex ministro de Energía y Minas, Xavier Vera, reflejan claramente esta lógica como antes también se evidenció con personajes de la talla de Pedro Delgado, Carlos Pólit, Raúl Carrión, Napoleón Villa, Bolívar González, entre otros.
Bajo esta lógica, la “mala prensa” es la que no resalta los “logros” las “buenas” acciones del gobierno de turno como el anunciado -días atrás- por el presidente Guillermo Lasso sobre la recuperación del empleo en el país. En un mensaje a la nación, el primer mandatario aseguró que en los 16 meses de su gestión, se han creado 508.000 empleos adecuados y solo en los últimos dos meses -luego del último paro nacional- se crearon 325 mil empleos adecuados; de ellos, 158 mil en el área rural. En mayo de 2021, dijo el presidente, el empleo adecuado era del 30,2% y ahora es del 35,4%.
Este anuncio se hizo además pocos días después de la crisis de violencia e inseguridad en Esmeraldas y Guayas, que solo en esta última provincia dejó 21 personas asesinadas el último fin de semana.
Pero el discurso oficial sobre la “mala prensa” tiene también un asidero oculto en las redes sociales que han resquebrajado el monopolio de la información de los medios masivos pero a un costo bastante alto, ya que muchas veces los contenidos difundidos masivamente en estas plataformas no se contrastan, pueden ser deliberadamente falsos o son posicionados en la esfera pública sin ninguna consideración ética.
Sumado a esta realidad, donde los hechos dependen de las opiniones, la militancia política en la que han caído varios periodistas e incluso los deliberados alineamientos con el relato gubernamental de algunas estaciones de televisión también coadyuvan a legitimar el relato sobre la “mala prensa”.
A los ojos de los ciudadanos, en cambio, cada vez más importa poco si la prensa es “buena” o “mala”, ya que -al igual que los gobiernos, ésta aparece -muchas veces y con poquísimas excepciones- como un espacio totalmente lejano de sus angustias cotidianas.
La opinión de Wilson Benavides.