Por: Tatiana Sonnenholzner, especialista en comunicación digital
Este mes cumplí mi segundo año fuera de Ecuador. En un país de otro continente, con otro idioma, en una diferente zona horaria, con un calendario de estaciones marcadas y evidentemente otra forma de sociedad. Ese 14 de junio pensaba ¿Cuántas son excusas y cuántas son verdades de las razones en el por qué todavía no domino el idioma?
Todavía no las diferencio, pero tengo algunas premisas que me han surgido a lo largo de este camino. Una de ellas es que un día no te levantarás hablando un fluido alemán (aplíquese para cualquier otra lengua) primero porque el cambió de tu sitio habitual te golpea por todos los frentes. Debes adaptarte al cambio, estabilizarte física, emocional y económicamente, encontrar sentirte cómodo en el ambiente que te rodea, dar cabida a nuevos pensamientos, lidiar con la soledad y resignificar los conceptos de lo que creías debía ser de cierta manera y descubres que pueden ser de otra, tratar de resolver tus básicos en un idioma que, aunque no pertenezca a ninguna de las partes, te permita expresarte… la lista es larga y difiere en cada persona, pero son razones que quienes han sufrido el choque las entenderán.
Cuando uno sale de su sitio de confort, hablando específicamente de un lugar, en el cual uno se siente como pez en el agua, se queda suspendido en la incertidumbre. Es como sacar a ese mismo pez hacia la tierra y pedirle que deje de nadar y empiece a volar. Seguramente lo haga, pero como dice Darwin requiere de evolución y ello de tiempo. En el proceso de migración pasa igual. La paciencia es la mejor aliada para transitar con cordura y compasión el camino a la transformación. Mientras estás suspendido pasan a tu alrededor más dudas que certezas, los sentidos se agudizan y estar a flor de piel es la constante. Así como la frustración es una compañía que se cuela habitualmente. El orgullo y felicidad cuando alcanzas un objetivo, por más básico que este sea, cómo tomar el tren correcto y llegar a destino o pedir un café para uno en un lugar público, son sentimientos que se potencian. Imagina la emoción de ver cómo pasito a pasito se materializan tus sueños.
Así como lo básico es preciado, lo usual es extraordinario, como coincidir. Ese pez que nadaba con el grupo de los que compartía características físicas, intereses o simplemente porque la marea lo empujaba hacia los que estaban ahí desde siempre, ahora comparte hábitat no solo con quienes difieren en tamaño o dieta, sino que se ven y actúan de manera completamente diferente ¿En qué se parece un tiburón a un elefante? Entonces las relaciones tienen otro significado. Dejas a un lado los prejuicios, confías en tu instinto y te dejas sorprender por la energía. Ya no importa en qué colegio se graduó, en qué parte de la ciudad vive o quienes son su grupo de amigos. Con solo sentirse a gusto basta.
Así mismo te vuelves el Gerente General y Manager de tus tanatorios. Duelas desde que te subiste a ese avión. Empiezas por ti y tus versiones pasadas y continuas con todas las despedidas que no sabías que aceptaste al firmar el contrato de vivir en otro país. Se van los amigos que tanto te costó hacer porque el proceso no fue como esperaron, porque se cambian de trabajo o porque se mudan a otra ciudad. Se van quienes deciden venir a visitarte porque su vida pertenece a otro lugar y debe continuar, se van quienes se quedaron y sostener una relación a kilometros de distancia es un negocio a pérdida, se van también las ilusiones de un día volver cuando te das cuenta que ya todo cambió, el pez y también la pecera.
En fin, tal vez todas estas sean solo excusas o tal vez es que es un idioma imposible o tal vez es que requiere encontrar el equilibrio entre el aprendizaje y la vida pasando sin tregua. Si están en esa situación, no olviden palmearse la espalda por todo lo que han logrado empezando de cero. A veces esperamos celebrar cuando sucede la máxima buscada, pero el camino está hecho de pequeños logros que merecen ser reconocidos y valorados. Viel Glück, Freunde.
La opinión de Tatiana Sonnenholzner.