Por: Wilson Benavides Vásquez, analista político
La amenaza de muerte que el concejal del cantón Salinas, César Pinoargote, realizó a varias personas invocando el nombre de Dios, así como la inaceptable discriminación a la condición socioeconómica de uno de sus empleados que hizo el periodista Carlos Vera, son una muestra de algo que parece estar presente en las fibras más sensibles de nuestro tejido social, que todos cuestionan a nivel público, pero que lo legitiman en los espacios cotidianos.
El abuso de poder, la arbitrariedad y la “ley del más fuerte” se han impuesto como formas de relacionamiento interpersonal, legitimando estereotipos como los del “brabucón de barrio” y los “aprendices de mafiosos” que están presentes en varios ámbitos como la política, los programas de televisión y las redes sociales.
Lo curioso es que este tipo de personajes generalmente intentan presentarse como adalides de la democracia, el respeto de las instituciones y la defensa de la libertad de expresión. Líderes de opinión que -hasta hace pocos años- ponían el grito en el cielo por el autoritarismo gubernamental y hoy guardan un silencio inaudito cuando varios periodistas han sido asesinados, amenazados e incluso han debido exiliarse para precautelar su integridad.
Esta lógica alimenta lo que algunos académicos han denominado como la “acumulación autoritaria” de la sociedad ecuatoriana, que generalmente se expresa a través de tres vías.
Primera, mediante liderazgos fuertes de corte populista que son elegidos democráticamente pero luego buscan perennizarse en el poder cambiando las reglas del juego democrático. A estos casos, el Latinobarómetro 2023 los denomina como “electodictaduras”, siendo emblemáticas las experiencias de Perú de Alberto Fujimori, Venezuela de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, Nicaragua de Daniel Ortega, e incluso El Salvador de Nayib Bukele.
El caso ecuatoriano no se menciona toda vez a que pese a que en el año 2015 se reformó la Constitución vía enmienda parlamentaria para permitir la reelección presidencial inmediata, esta posibilidad no fue utilizada por Rafael Correa en los comicios generales de 2017, y finalmente en 2018, a través de consulta popular, volvió a su estado original.
Segunda, esta lógica también se expresa en los distintos performances que adoptan algunos líderes de opinión, dirigentes políticos, autoridades locales e incluso funcionarios públicos que gozan de un mínimo de poder como quienes agendan turnos o controlan los accesos en los hospitales públicos, entre otros.
Tercera, la acumulación autoritaria adquiere su expresión más cruda en la violencia extrema ligada a los sicariatos, las extorsiones y los secuestros, propios del narcotráfico y el crimen organizado, que incluso han permeado a los niños y jóvenes de los sectores populares de varias provincias de la costa ecuatoriana.
Quizá por ello, el último informe de Gallup Global Emotions Report 2022, publicado hace pocas semanas, demuestra que Ecuador es el primer país latinoamericano y el octavo a nivel mundial donde su población se siente más triste, estresada y nerviosa, ubicándose en el octavo puesto del ranking entre 122 países, solo detrás de sociedades que actualmente atraviesan brutales conflictos bélicos, religiosos y étnicos como Afganistán, Líbano, Irak, Sierra Leona, Jordania, Turquía y Bangladesh.
De acuerdo con la revista Vistazo, entre junio y septiembre de 2021, Gallup realizó 27 mil entrevistas para medir los indicadores de bienestar subjetivo como la experiencia de vida y el bienestar auto percibido por la población. En el caso ecuatoriano, las experiencias negativas se incrementaron en 20 puntos porcentuales entre 2010 y 2023 pasando, en su orden, del 25% al 45%, evidenciando una “tendencia continuada y lineal en el aumento de los índices de experiencias negativas”.
Con esos niveles de pesimismo y legitimadas socialmente las lógicas autoritarias, es un riesgo para el Ecuador en su conjunto, que aprendices de mafiosos, disfrazados de candidatos presidenciales o parlamentarios, busquen llegar al poder en los comicios anticipados del próximo 20 de agosto.
La opinión de Wilson Benavides.