Por: Héctor Calderón
Cerramos una de las campañas más violentas de la historia democrática del Ecuador. En medio de asesinatos, ataques, denuncias; las y los ecuatorianos vivimos en zozobra permanente y una incertidumbre generalizada sobre el futuro del Ecuador.
El asesinato de Fernando Villavicencio, no solo que resquebrajó el tablero electoral, sino que cambió toda la dinámica de la campaña. En estas últimas semanas las propuestas han quedado de lado y el país está en el medio de un fuego cruzado entre grupos antagonistas que se acusan, el uno al otro, de estar atrás del asesinato. Esta dispersión de ataques toma fuerza debido a la poca claridad en el actuar de la Policía y la Fiscalía, y las desatinadas intervenciones de Christian Zurita que, entendemos dentro del dolor e indignación por el crimen en contra de su amigo, se ha dedicado a acusar a unos y otros sin que exista sustento alguno.
La pregunta de estos días ha sido, ¿a quién beneficia la muerte de Villavicencio? La respuesta debería ser rotunda: a nadie. Con cada asesinato, con cada muerte violenta de un y una ecuatoriana el país pierde, se desangra y se sumerge en un panorama desolador. La muerte de un candidato presidencial, quien además tenía seguridad personal y estatal, solo nos demuestra que ningún ecuatoriano está seguro. Si a una persona con tanta protección la acribillan en media calle, imagínense lo que nos puede pasar a cualquiera; tal como sucedió como un joven estudiante, sí estudiante, que fue asesinado en los exteriores de su colegio en Guayaquil.
En este escenario vamos a las urnas este domingo. Sin saber con claridad qué mismo propone cada candidato, qué acciones urgentes tomará para resolver el tema de la seguridad, con qué presupuesto, con qué gente. Vamos a las urnas para elegir a los nuevos integrantes de la Asamblea, de listas que no conocemos. Vamos a las urnas para votar por la consulta popular del Yasuní sin entender por qué nos beneficia que el petróleo quede bajo tierra o que se lo siga extrayendo. Vamos a las urnas con miedo, no solo de lo que pueda pasar ese día, sino del futuro de nuestro país.
Algún momento nos preguntábamos si los políticos ecuatorianos estarían a la altura de esta triste y grave crisis que vive el Ecuador, y esta campaña nos ha demostrado que no. Siguen preguntándose ¿a quién beneficia la muerte de Fernando Villavicencio? El país ya no está a la deriva, está en el fango de la inseguridad y el abandono.
La opinión de Héctor Calderón.