Por: Arturo Ruiz
Durante los últimos años, la dinámica económica, social y política del Ecuador ha sido de una constante turbulencia. La coyuntura ha traído escenarios de polarización, de judicialización y de “constitucionalización” de la política; así como también, la politización de la justicia. Protestas sociales, reclamos gremiales, una pandemia y, en general, un común descontento popular frente a sus autoridades y su gestión.
En medio de una ola inédita de violencia, el país está a puertas de definir un nuevo gobierno que concluya el periodo 2021 – 2025 iniciado por Guillermo Lasso, quien constitucionalmente disolvió la Asamblea y llamó a elecciones presidenciales y legislativas bajo la figura de la denominada “muerte cruzada”.
La suerte está echada para el gobierno de Lasso; pero, ¿cuál es el escenario que recibirán las nuevas dignidades del Ejecutivo y del Legislativo, en este periodo de transición?
Durante aproximadamente 17 meses, las nuevas autoridades deberán trabajar en medio de un bajo estado de ánimo de la ciudadanía, que no ve con optimismo ni el presente ni el futuro del país. Esto obliga al nuevo gobierno a lograr resultados casi inmediatos frente a los principales problemas que tienen los ecuatorianos, a fin de mejorar la percepción ciudadana y legitimar sus acciones de corto, mediano y largo plazo.
En temas específicos, se avizoran tres temas claves: la gobernabilidad; la gestión pública con énfasis en el fenómeno de El Niño y una posible crisis energética; y el financiamiento que estos frentes requieren.
Gobernabilidad:
Existe una profunda crisis institucional abonada, además, por eventos como: la próxima renovación de ciertas instituciones como la Contraloría General del Estado; los permanentes conflictos internos del Consejo de la Judicatura; y, también, la reciente destitución del expresidente del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social.
A esto, hay que agregar la relación que habrá entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, al considerar que, en este último, no existen mayorías conformadas con capacidad de decisión; por lo que la gestión política a la interna será determinante para la definición de la agenda legislativa y de fiscalización.
Será importante conocer quiénes conformarán el gabinete ministerial de quien llegue a la Presidencia, ya que, su perfil y experiencia serán determinantes para poder gestionar eficientemente, en un plazo tan corto.
Gestión:
Las necesidades de gestionar son inmensas y deben enfocarse principalmente en atender las crisis de seguridad y económica, y todo lo que permita lograr el desarrollo humano. Existen urgencias en los campos de salud, educación, servicios públicos, infraestructura y un largo etcétera; sin embargo, es indispensable que se priorice y planifique la atención a los efectos del fenómeno de El Niño que tendrán un impacto sistémico en el Estado; es decir, afectará directa o indirectamente a todos los sectores del país. No se trata únicamente de lluvias e inundaciones en la costa, sino del impacto social y macroeconómico que nos dejará este evento.
Otro punto clave será la gestión urgente de una posible crisis energética. De nuevo, no se trata solamente de que en nuestros hogares se vaya la luz por unas horas, se trata del impacto en la crisis de seguridad, así como en los campos económico, productivo y sus consecuencias sociales y financieras para dichos sectores y cómo eso se reflejará en una macroeconomía ya golpeada.
Financiamiento:
El gobierno de Guillermo Lasso dejará preparado el Presupuesto General del Estado y un Plan Nacional de Desarrollo que deberá cumplir el gobierno de transición, por lo que éste queda relativamente atado de pies y manos.
Adicional a esto, hay que considerar el impacto posterior a los resultados de la Consulta Popular por el Yasuní, los obstáculos a la inversión minera formal, la paralización de actividades productivas por la definición constitucional de los mecanismos de consulta previa, la agenda de la CONAIE, así como otros factores relacionados a proyecciones de inversión e ingresos en medio de un ambiente de mucha inestabilidad, alto riesgo país y sobre todo, mucha incertidumbre y violencia.
El escenario se presenta complicado, pero es ahí donde quienes gobiernen deben responder efectiva y eficientemente porque no se los elije para quejarse sino para resolver.
¡El país ya no aguanta más!
La opinión de Arturo Ruiz