Por: Tamara Idrobo, activista feminista
Un hombre con poder es acusado por su subalterna de haber ejercido acoso sistemático y violencia psicológica sobre ella cuando se desempeñó como su asistente.
Ella denuncia que el acoso, como suele pasar, se intensificó cuando ella decide y le manifiesta no querer tener ningún tipo de relación con él que no sea laboral, porque además, ella estaba iniciando una nueva relación.
Ella, por todos los medios, intenta no solo alejarse de él para impedir que la controle y la vigile. En varios momentos, ella acude también a algunas de sus amigas y compañeras del movimiento político del que hacen parte, para denunciar de forma interna sobre este acoso e intento de desprestigio que él desde su poder dentro del movimiento político, ejerce de forma impune, aceptada y aupada por varias personas de dicho movimiento político, las cuales llegan a conocer sobre la denuncia de ella.
Ella decide realizar una denuncia legal respaldada por audios que decidió grabar, a sabiendas que su versión sin respaldo y pruebas no serían creíble.
La denuncia se hace pública a través de un medio de comunicación que publica los audios con intereses politiqueros deslegitimando la esencia de esta denuncia por violencia de género y acoso, enfocando la historia en un show mediático politiquero.
Otros medios de comunicación, a modo de telenovela que usan las historias de dolor de las mujeres como explotación violentándolas también, deciden enfocarse en un burdo show mediático poniendo en entredicho a las relaciones afectivas de la mujer denunciante, burlándose inclusive de la razón de la denuncia.
Otra parte de la opinión pública se enfoca en rebuscar las nóminas de instituciones públicas donde ella trabajó, llegando a acosar de paso a otras mujeres que deben salir a explicar las razones de sus ingresos laborales.
Desde otros medios como Primera Plana en cambio, se empezó a cuestionar el manejo que se hace de esta denuncia visibilizando y analizando el tema central que es: La denuncia de una mujer que acusa a un hombre con poder de haber ejercido violencias y acoso cuando ella fue la subalterna de él.
Mientras el proceso legal de la denuncia tiene lugar en los tribunales y se llevan las investigaciones del caso que deberán determinar una sentencia, ocurren los siguientes hechos:
- El hombre que es acusado y que representa y tiene un poder dentro de un movimiento político y que salió de prisión recientemente, es tratado casi que como un ‘mártir’ dentro de su organización política que lo blinda desde la protección que creen deben otorgarle luego de los ‘sacrificios’ que él ha dado y entregado en sus años de militancia, lealtad, trabajo y entrega. Por lo que él sabe que cuenta con un respaldo interno, del que por cierto, se aferra para victimizarse.
- El movimiento político donde el hombre acusado milita, sólo habla de establecer protocolos y se limitan a defender la presunción de inocencia de las dos personas implicadas y al parecer, deciden NO a retirar al hombre acusado de sus roles de poder dentro de la organización mientras duran las investigaciones.
- En los momentos de mayor vulnerabilidad de ella, la presunta víctima y en medio del huracán mediático que ha afectado su vida personal y su #SaludMental, aparece en la escena otro hombre quien es la nueva pareja de ella y es quien no pierde posibilidad alguna de llevar aguas a sus arcas políticas y se da un baño de atención y popularidad en aras de apoyar y defender a su pareja, asumiendo poderes de representación y presentando información en todos y cada uno de los medios al que le invitan para que él hable sobre la denuncia que se encuentra en los juzgados y que fue interpuesta por su nueva pareja.
- La versión de ella sigue siendo cuestionada y juzgada por la sociedad donde empieza a instalarse la narrativa de que ella podría estar presentando una denuncia falsa con intenciones de extorsionar al «hombre mártir».
- Seguidamente, el hombre acusado decide presentar una demanda por extorción a la mujer que lo acusó, haciendo uso de esta narrativa de ‘mártir’ que lo acompaña. En medio de sus esfuerzos por defender su presunción de inocencia, él obtiene la atención en los medios que hacen eco de su narrativa.
- Él se presenta tras las cámaras para defenderse. No se puede dejar de lado que el hombre denunciado de haber ejercido acoso y violencia de género sobre una mujer no solo se presenta detrás de cámaras para defenderse, sino que mantiene un programa en una radio de alcance nacional donde él sigue con sus actividades como si nada pasara.
- En el movimiento político donde ocurren estos hechos deciden no pronunciarse oficialmente y algunas de sus voces luego de ser cuestionadas en los medios, respondieron que se debe esperar al debido proceso y que no se debe caer en el espectáculo mediático.
- El movimiento político no se pronuncia ni toma medidas sobre el hombre con poder que ha sido acusado, medidas, por ejemplo, como la de aplicar alguna de las normas que dicten los estatus de la Comisión de Ética (¿?) para que se le retire de sus funciones de visibilidad y de poder a él, mientras se realizan las investigaciones y se llega a un dictamen de la denuncia que él tiene en los juzgados. Al contrario, salen voces de su militancia a respaldar con “apoyo incondicional” a su mártir, digo, compañero.
- Mientras todo esto sucede con el hombre acusado, la mujer que presentó la denuncia está escondida en su casa, no ha salido a los medios, es desprestigiada, revictimizada, es decir: ella sigue siendo violentada desde todas las aristas de la sociedad de forma sistemática y estructurada.
- La versión de ella es cuestionada. Su vida y la de su familia se transforma en lo que ella define como «un verdadero infierno», sin una posibilidad de que su voz sea escuchada porque toda la sociedad se ha encargado de tomársela, arrebatársela para sentenciarla y acusarla. Parecería que no hay luz en su futuro próximo de poder salir de su casa a trabajar, sintiéndose segura para poder vivir su vida junto a su familia.
- Por ahora, ella ha guardado silencio y no ha salido a liderar la defensa de su verdad y representar su propia palabra.
Así, el #Ecuador atiende una vez más a observar como las violencias hacia una mujer -que es por ahora solo una presunta víctima- resulta ser claramente una víctima más de toda una sociedad que se ha encargado de violentarla sistemáticamente, revictimizándola con una normalidad que debe indagarnos a todas las personas que luchamos por la erradicación de todos los tipos de violencias.
Violencias que por ejercerse así de forma masiva se normalizan, convirtiéndola a ella una vez más, en una mujer víctima de los ejercicios de poder de una sociedad #machista, violenta, #patriarcal que se mantiene con tanta impunidad.
En esta crónica también existe un mensaje que debemos resistirnos a aceptar y que debemos confrontar.
Es ese mensaje que les dice a las mujeres que han sido víctimas del abuso de hombres con poder: que se callen, que cedan, porque cuando intenten denunciar a un hombre con poder aupado por todo un sistema que lo sostiene y que le cree más a él que a las víctimas que lo denuncian, recibirán a cambio solo más, múltiples y simultáneas violencias.
Mensaje que pretende decirles a las mujeres que lo mejor es no denunciar porque siempre será “preferible” callar. Porque si las mujeres denuncian, está ya probado, nadie las creerá, serán perseguidas, difamadas, usadas y en su necesidad de protegerse, deberán hasta esconderse de su propia vida para solo estar en medio de sus dolores y miedos.
Pero, las mujeres que son víctimas de estos abusos deben saber que NO están solas, que nunca han estado solas y que, pese a que el sistema y los hombres depredadores crean que son impunes, existimos muchas mujeres que estamos dispuestas a no ceder, a acompañar, a luchar y a nunca más callar.
No cuestionarse los hechos descritos en eta reflexión a modo de crónica, es ser cómplice de que se mantengan las violencias hacia las mujeres y así, es imposible erradicarlas.
La opinión de Tamara Idrobo.