Por: María Eugenia Molina. Doctora Ph.D. en Comunicación. Consultora, académica
El país se encuentra en la cuenta regresiva para el cambio de mando presidencial, este 23 de noviembre termina de modo anticipado el período para el que fue elegido Guillermo Lasso Mendoza que, sin lugar a dudas, ha tenido una de las peores trayectorias como Presidente, pero este lamentable recorrido que lo empezó siendo candidato a lo largo de diez años y promocionándose como un hombre preparado para ocupar la primera magistratura del país, con una agresiva campaña de ofrecimientos como: arreglar los problemas del país en los cien primeros minutos de gobierno, dar empleo, seguridad, crear oportunidades, como reza el nombre del movimiento que lo llevó al poder, CREO, Creando Oportunidades, mostrándose como un futuro estadista con grandes dotes de liderazgo y conocimiento, lamentablemente para los 17 millones de ecuatorianos no pasó de meras ofertas.
Y de la expectativa a la realidad que vivimos en estos 30 meses de mandato, vaya que el resultado ha sido a todas luces negativo; luego de una campaña de vacunación que se puede manifestar como el hito de su gobierno, la deficiente gestión pública marcó de principio a fin su paso por el sillón de Carondelet, sumado esto a su pobre olfato político, ausencia de estrategia, sentido de oportunidad; pero, ante todo, es un mandatario que gobierna de espaldas al pueblo, lejos de las necesidades de la gente, un gobernante que creyó que era suficiente con cumplir su capricho personal de llegar a la Presidencia de la República y gobernar como si de un negocio particular se tratara.
Han transcurrido 900 días, pero discrepo con el Presidente, en lo que él los llama 900 días en los que ha entregado el 100% de esfuerzo para dejarnos “un mejor país”; será acaso que se puede hablar de un mejor país cuando sobrepasamos las 7.000 muertes violentas, cuando la inseguridad se ha tomado cada rincón de todas las ciudades, cuando la falta de empleo, de oportunidades para entrar a la educación pública, el déficit de medicamentos, entre otros varios temas, tienen sumidos en la angustia a madres y padres de familia, a jóvenes y adultos que buscan una esperanza en otras latitudes y para ello, incluso, ponen en pausa el miedo y cruzan la selva del Darién como posible solución desesperada a las penurias que viven en esta patria que no brinda las oportunidades, ni da las condiciones para progresar.
No sería justo decir que todo ello es culpa exclusivamente de Guillermo Lasso, pero sí es verdad que en sus 900 días al frente del país, o de espaldas diría, nos deja hambre, incertidumbre, masacres carcelarias, estadísticas como uno de los países más violentos del mundo, apagones en pleno siglo XXI, violencia a todo nivel, si a esto considera un mejor país, definitivamente es porque el gobernante vive en otra dimensión, en una bastante alejada de la realidad diaria que enfrentamos los ciudadanos de a pie que tenemos que buscarnos la vida y salir a las calles con el temor de que, como en muchos casos, no podamos volver.
El mandato de Guillermo Lasso ha sido un cúmulo de errores, de improvisaciones y de muchos qué chu…. tal y como lo dijo en sus tiempos de candidato, porque de las famosas y esperadas reformas que en materia económica y política ofreció, pues no se concretaron; el gobierno del encuentro o del encuentro nacional, como le refrescó el slogan uno de los varios secretarios de comunicación que pasaron por su administración, no hubo nada, porque a la par que ofrecía diálogo, él mismo y su equipo lo torpedeaban; pero, claro, la responsabilidad siempre recayó en la Asamblea, en el movimiento indígena, en los gremios, en la gente, pero nunca en el Presidente, ni en sus más cercanos colaboradores, seguramente porque ellos le dicen lo que quiere oír, no por nada hoy son “merecedores” de sendas condecoraciones, de esas que no se nos ha socializado el por qué se les otorgó, con basé en qué méritos descollantes, de esas que se las entregó con fuerza en estos últimos días, y cómo no, pues el tiempo apremia.
Cómo olvidar las contradicciones de los 900 días, por ejemplo: ser un demócrata y disolver la Asamblea Nacional, no subir al avión presidencial, al que llamó lujo socialista, pero en el que realizó sus viajes, no tener seguridad luego de cumplido su período y luego recular lo dicho, pedir renuncias y no concretarlas como lo hizo con algunos Generales de la Policía, por citar unas pocas.
Estos 30 meses también han servido para mostrar errores en materia de comunicación, si bien es cierto que tener a la cabeza de esta Secretaría a profesionales del marketing más que de la estrategia comunicacional pesa, tiene mucho más peso no tener qué comunicar, no se puede comunicar bien si se gobierna mal es la máxima y es así; claro que la comunicación falló muchas veces a lo largo de este gobierno, pero no fue ni de lejos el inconveniente mayor, pues si el conjunto de acciones gubernamentales fallaron, la comunicación no podía ser la excepción.
Pero como no hay mal que dure 100 años ni pueblo que lo resista, el gobierno de Lasso está a poco de fenecer y un nuevo mandatario se posesionará y una vez más, la esperanza de mejores días para el Ecuador se instala en cada uno de nosotros, al nuevo presidente, el mejor de los éxitos, porque si le va bien a él, nos va bien a nosotros.
La opinión de María Eugenia Molina.