Por: Héctor Calderón
Esta semana escuchaba una entrevista en una radio guayaquileña donde un empresario manifestaba que se debe terminar con la demagogia de que quien más tiene más paga. Inmediatamente me surgió la duda, ¿Es realmente demagogia decir eso?
Nadie sataniza el ingreso privado, pero es lógico que quien gane 100 contribuya más que el que gane 5. Son simples matemáticas, no demagogia; y, principalmente, se cumple un principio básico de solidaridad y justicia social.
Seguramente quien se opone a este principio goza de todos los privilegios. ¿Está eso mal? Claro que no, el problema no es que A, B o C personas tengan esas oportunidades; el inconveniente está en que X, Y o Z, ni de lejos, puedan acceder al mínimo de esas posibilidades.
Es por ello que, con el objetivo de disminuir esa brecha, en las sociedades más desarrolladas se aplica este principio de solidaridad, en el que las familias que han podido generar riqueza contribuyan para que las familias que viven en la pobreza puedan cambiar su situación. ¿Es eso suficiente? Por supuesto que no. Aquí, otra vez, se resalta el rol del Estado, que debe ser lo suficientemente eficaz para gestionar esos recursos en políticas públicas que permitan generar más oportunidades a los que menos tienen.
No se trata de una política asistencialista o de caridad, reitero, es un principio básico de convivencia ciudadana, de construcción del tejido social. No se trata de quitarte lo que has ganado, se trata de que un porcentaje de esa ganancia sirva para lograr que otras personas tengan tus mismas oportunidades.
¿Qué recibimos o qué deberíamos recibir a cambio de nuestro aporte? Obras, servicios de primera y, sobre todo, la oportunidad de vivir en una sociedad segura, equitativa, inclusiva y en paz.
Hablar de equidad no es demagogia, hablar de justicia social es responsabilidad, compromiso y un profundo amor por el futuro de nuestros hijos e hijas.
La opinión de Héctor Calderón