Por: María Eugenia Molina. Doctora Ph.D. en Comunicación. Consultora, académica
Los dos últimos fines de semana han sido tétricos para el país, los asesinatos, balaceras, emboscadas, robos, secuestros y asaltos hablan por sí solos de la violencia que se posiciona en la vida de nuestra sociedad, ello, a pesar de encontrarnos en estado de excepción, lo que supone un grado de tranquilidad para la población, lo que a todas luces está alejado de la realidad.
Tal parece que las bandas delictivas que operan en el territorio nacional luego de replegarse por un tiempo ahora arremeten con fuerza y los blancos de su crueldad son ciudadanos comunes, autoridades, funcionarios públicos; es decir, cualquier persona o grupo puede ser objeto de crímenes atroces en cualquier lugar, a cualquier hora del día y circunstancia, o sea, no existe, necesariamente, un móvil para ser asesinados, basta con habitar el país para ser presa de la delincuencia, ya sea en la calle, en un parque, en el auto, en un hotel, en nuestras propias casas, tanto porque las víctimas son confundidas con delincuentes, por ser “daños colaterales” o porque estuvieron en el lugar incorrecto en el momento incorrecto.
Lo cierto es que vivimos en un estado de alerta y de miedo constante y esa no es la vida que ninguno de nosotros merece, frente a esto la respuesta del gobierno ha ido en el sentido de restar importancia a los hechos aduciendo que hay una guerra sucia en materia de crear percepciones y que no se puede evaluar cómo vamos en el avance de la lucha con el conflicto armado interno solamente con lo que pasa en un fin de semana, palabras de la ministra de Gobierno, Mónica Palencia, que denotan falta de empatía y de sintonía con la realidad, en el mismo sentido las expresiones del presidente de la República, Daniel Noboa en su posteo realizado la mañana del 30 de marzo con respecto a la masacre de Ayampe en el que en resumen dice que las acciones delincuenciales no nos lograrán atemorizar; la verdad no me queda claro cómo se consigue eso, pues los ecuatorianos vivimos en el miedo y temor constantes.
Es importante recordar que en crisis cada expresión cuenta y mucho, máxime si viene del Primer Mandatario de la nación, de allí que el acto comunicativo de expresar un pésame o la solidaridad tiene significado, por ello llamó la atención que no haya palabras en ese sentido por parte de Daniel Noboa cuando ocurrió el magnicidio de la alcaldesa de San Vicente, Brigitte García. Pero es claro, también, que la gestión debe ser fundamental en la lucha contra el crimen, el tan mencionado Plan Fénix, del que poco conocemos los ecuatorianos, dónde queda cuando se siguen sumando víctimas fatales a las estadísticas de muertes en el Ecuador, ¿cuáles son las políticas que le dan solidez? Son preguntas que siguen sin respuestas.
Lo que sí sabemos es que desde este 1 de abril todo costará más, porque con el IVA al 15% y la subida de los combustibles, los productos se encarecerán, de hecho, ya lo están, porque, lamentablemente, no hay producto o servicio que de uno u otro modo no se vea transversalizado por los combustibles en su cadena de valor, y, porque a esto hay que sumarle el efecto especulativo de avivatos que siempre buscan beneficiarse de este tipo de incrementos para hacer su agosto desde abril.
Se nos promocionó la idea de que esta medida económica era fundamental para financiar la seguridad de los ecuatorianos, pero cuánto habrá que esperar para saber si dará o no resultado; a estas alturas del transcurso del gobierno es momento para que el mandatario y su equipo se pongan a observar el panorama, ampliar el encuadre, gestionar y comunicar más allá del efecto TiKTok y de la puesta en escena, recuerden que nosotros, sus mandantes, seguimos en el miedo constante de una realidad dolorosa y sangrienta que está muy lejos de ser una percepción.
La opinión de María Eugenia Molina