Por: Héctor Calderón
De acuerdo a varias publicaciones de prensa, 64 mil niños y jóvenes se quedan sin estudiar en el régimen Costa y Galápagos que está por iniciar. Cuando se habla de cambios estructurales para combatir la inseguridad y el crimen organizado; nos referimos, principalmente, a la educación.
¿A qué se dedican los jóvenes que no están en las escuelas? Encuentran en la calle, en las bandas; lo que el Estado no les da. Y no se trata de asistencialismo, se trata de que el Estado garantice a su población el mínimo de oportunidades.
La deserción escolar viene en escalada a partir de la pandemia y, desde ahí, no se ha generado ningún plan ni política que contrarreste esta realidad. No olvidemos casos como cuando el ex presidente Lenin Moreno destacaba que un niño de 8 años sea un pequeño “emprendedor” porque tenía que salir a vender periódicos, en vez de estar en las aulas; o que en el gobierno de Guillermo Lasso hayan decidido volver a las escuelas unidocentes.
Y lo que sucede en la educación primaria y secundaria también pasa en la superior. Moreno, Lasso y Noboa se han llenado la boca desacreditando la tarea de la Senescyt, han hecho anuncios populistas como hablar de libre ingreso; cuanto el problema no está en el sistema de acceso sino en la oferta de carreras, en la pertinencia de las mismas, en las capacidades de las instituciones de educación superior para ampliar sus cupos.
El odio y revancha los ha llevado a destruir infraestructura como las escuelas del Milenio, a las que irónicamente han llamado elefantes blancos, cuando su equipamiento permitiría implementar programas que devuelvan a los niños y jóvenes a las aulas. Destruyeron los infocentros que eran espacios de inclusión y equidad educativa y tecnológica; en los que niños y jóvenes podían capacitarse, investigar y hasta hacer sus tareas.
Lasso y Noboa dirigieron sus campañas hacia los jóvenes, pero son los que más los han olvidado. Es indignante y desesperanzador ver, una y otra vez, cómo jóvenes (niños) son capturados tras cometer crímenes. Igual de desalentador es ver cómo la sociedad ha decidido olvidarlos y dejarlos a su suerte. Nada cambiará si es que no invertimos en la educación de nuestros niños y jóvenes.
La mejor “arma” para combatir al crimen organizado es la educación. Nuestros niños y jóvenes deben estar en el aula, no en la calle. Pero eso, a este y los dos gobiernos, anteriores mucho no les ha interesado.
La opinión de Héctor Calderón