Por: Héctor Calderón
La semana pasada el medio Primicias publicaba una noticia en la que se informaba que el Gobierno de Daniel Noboa habría decidido utilizar la infraestructura de las escuelas del Milenio como cuarteles para policías en Guayaquil. Como es lógico, esta información provocó la reacción inmediata y el rechazo absoluto de quienes creemos que la única forma en la que podemos salir de la crisis actual es con la inversión en educación.
Al día siguiente de publicada la noticia, el Ministerio de Educación emitió un comunicado en sus redes sociales que dejó más dudas que certezas. La premisa de cualquier comunicado oficial es desmentir rumores y cerrar cualquier ventana a la interpretación subjetiva. En el texto publicado por la cartera de Estado nos dicen que NO se usarán escuelas del milenio como cuarteles, pero otras infraestructuras SÍ.
¿Cuáles? ¿Qué tipo? ¿Dónde? La información del ministerio de Educación nos genera una interrogante aún más profunda: ¿Qué tipo de infraestructura, que tiene a su cargo esta entidad, puede ser más útil para policías y militares que para niños y jóvenes?
En las últimas semanas varios medios de comunicación han presentado reportajes sobre el aumento de la deserción escolar y pérdida de año, justamente, en las provincias donde más índice de violencia hay. ¿Necesitamos seguridad? Claro ¿Necesitamos que policías y militares tengan más recursos? Por supuesto. Pero eso no quiere decir que sea a cambio de descuidar el arma más poderosa para enfrentar la inseguridad y la pobreza. Entiendo que todos estamos claros. Necesitamos que nuestros niños y jóvenes estén en las aulas, no en las calles; que tengan libros y no armas.
Por el amor a Dios, inviertan en educación. No dejen que nuestra niñez y juventud se pierda en la calle, en las drogas, en las bandas criminales. No es retórica, no es romanticismo; es justicia, es equidad, es oportunidad, es futuro.
Señor presidente, señora ministra, les pregunto: ¿Libros o armas para los jóvenes? Otra vez, más dudas que certezas en el Nuevo Ecuador de Daniel Noboa.
La opinión de Héctor Calderón