Por: Héctor Calderón
¿Están los movimientos y partidos políticos en sintonía con lo que necesita el país? Tras la preinscripción de 17 candidaturas a la presidencia del Ecuador, la respuesta -claramente- es que no.
Lastimosamente nuestra clase política nos demuestra a diario que sus intereses particulares están por sobre el interés común. Tras las parodias de democracia interna que realizaron los partidos y movimientos, si nos surge la duda de ¿qué ganan los, las candidatas que no van a llegar ni al 3% de votos? Por ejemplo, ¿qué gana un Henry Kronfle, actual presidente de la Asamblea Nacional, y qué será candidato por el PSC? ¿Es vanidad? ¿Le obliga su partido? ¿Cree que va a ganar? Y así con el resto de los candidatos que ni siquiera tienen el respaldo de un movimiento o partido con una estructura sólida a nivel nacional.
Los diferentes estudios de opinión muestran que la ciudadanía no confía en los partidos políticos y tras la presentación de 17 binomios está claro el por qué. A la mayoría de nuestra clase política no le interesa resolver los problemas del país, solo le interesa mantenerse en la argolla, salvar a su partido de la desaparición, recibir los recursos del Consejo Nacional Electoral. Los movimientos se han convertido en tiendas de alquiler, no hay procesos internos de formación política, en cada elección buscan alguna figura externa para mantenerse vivos. ¿Ejemplos? Muy fácil. Topic con SUMA, Rabascall con la ID, Serrano en Centro Democrático, González en Sociedad Patriótica, Granja en el Partido Socialista, Cucalón en Construye demuestran qué partidos políticos, tradicionales y nuevos, lo único que buscan es sobrevivir.
En medio de este descalabro democrático estamos los electores, a quienes seguramente luego se nos responsabilizará por elegir a ineptos e improvisados, que tampoco cuentan con una legitimidad y estructura política que les permita gobernar con estabilidad.
A pesar de que todavía hay tiempo de que se depongan candidaturas en aras de procesos de unidad; la conducta habitual de nuestra clase políticos nos dice que esto es poco probable.
Más recursos, más dispersión, más apatía y más posibilidades de que triunfen “outsiders” con cero formación y experiencia. Otra vez, y como siempre, nuestra clase política nos queda debiendo.
La opinión de Héctor Calderón