Por: Viviana Paredes
Las elecciones presidenciales de 2025 no emocionan ni esperanzan a un país que, en la última década, ha sido convocada de manera obligatoria a las urnas en al menos 10 ocasiones. Sí. Los ecuatorianos votamos, en promedio, una vez por año ya sean en elecciones presidenciales, balotaje, seccionales o consultas populares. La convocatoria electoral ha sido y es permanente, como constantes son las campañas y promoción de las candidaturas.
Resulta difícil, entonces, encantarse por un escenario que no se hace extrañar entre la ciudadanía que, está más preocupada de sus problemas cotidianos que de los grandes acontecimientos en el panorama político. Sus preocupaciones (las de los electores), se basan en la situación de seguridad y la economía, pero aquí en la calle poco importan las cifras, es más, casi que ya no importa el otro. Ecuador de a poco se convierte en la tierra del “sálvese quien pueda”.
El catedrático argentino Julio Gambina se refiere en sus estudios sociales al hartazgo político y propone como único escape a la permanente movilización social, es decir, esa utopía de que la ciudadanía supere a su clase política y no se convierta en un reflejo de esta. Liderazgos orgánicos, no impuestos, que empujen, que vibren, que sueñen y que pongan el pecho por días mejores. Tal vez el primer paso sea apagar la televisión, cerrar las redes sociales y tomarse enserio la realidad del país. ¡Qué hermoso sería que Ecuador defienda la seguridad social como lo hacen en las calles de Francia!
Parecería que nuestra clase política se refleja cada vez más en la realidad del caos social. En lo ciudadano, lo que se expresa en largas filas de miles de interesados en una convocatoria laboral para un puesto de trabajo, en lo político en cambio, se cristaliza con la inscripción de 17 binomios presidenciales en búsqueda de una sola oportunidad. Es decir, el caos de la representación partidista sería el reflejo recíproco del caos que diario se vive en el campo y la ciudad y, en este escenario se vislumbran tenuemente posibilidades de alianzas electorales que aliviarían un poco el rechazo social manifiesto a la sábana de papel en la que se convirtió la papeleta electoral.
La unidad solo sería posible si las vertientes políticas que intentan conformarse tuvieran coincidencias de fondo que superen las de forma, pero eso en un país con hambre de empleo y poder, parece ser una meta imposible de alcanzar. Parafraseando a Ernesto Laclau, para lograr una unidad histórica hacen falta dos elementos importantes: un proyecto de cambio radical y los medios políticos para llevar adelante esa radicalidad. Queda claro entonces que no existen las condiciones para esa quimera ideológica, en primer lugar, por la concepción de un proyecto radical que cada una de las “izquierdas” plantea y, en segundo lugar, porque ninguna por sí misma cuenta con los medios electorales para asegurar una victoria individual o colectiva.
Allanamientos, juicios políticos, destituciones, acusaciones, editoriales, posts, concursos de autoridades, cambio normativo, decreto ejecutivo, estado de excepción, conflicto interno armado, censura y destitución… Tantas palabras y ninguna con sentido lógico para quien no está inmerso en la gran pugna que se presenta en el campo político, sus propias particularidades absorbieron a sus actores que se acuerdan de sus electores apenas en campaña o cuando un hecho social se puede explotar en X y sumar un par de votos por indignación.
Mientras la oposición política y el gobierno nacional tengan el mismo paupérrimo nivel de debate, ideas, proyectos o soluciones a la grave crisis que vivimos, seguiremos condenados a dar vueltas en un laberinto llamado Ecuador de donde parece que solo se puede escapar por el Darién. En otros casos, la puerta de salida de ese panorama oscuro es la desidia y el desencanto, así quienes la elegimos, evitamos un poco sentirnos culpables de aupar con el silencio a quienes, en nuestro nombre, pero sin representación, hacen y deshacen a favor de sus objetivos personales y grupales.
La desidia y el hartazgo parecen imponerse cuando Ecuador debe conformarse con las viejas caras que los partidos deciden repetir constantemente en los procesos electorales. Votar nulo, de nuevo ¿Es una opción?, eso lo dirá el devenir de los días, después de conocer las alianzas y los prontuarios políticos y judiciales de cada aspirante a Carondelet, pero si me preguntan a mí en este momento, en este laberinto sin salida es preferible dejar elegir a otros al monstruo que nos devorará en unos meses. Sin una sola opción esperanzadora en este o los próximos procesos electorales es momento de plantearse seriamente: ¿Cuál es la salida de este laberinto?
La opinión de Viviana Paredes