Por Arturo Ruiz
El próximo 24 de mayo, Guillermo Lasso Mendoza recibirá un país sumido en una grave triple crisis: sanitaria, económica y de gobernanza. Su difícil reto: recuperar el tiempo perdido y definir prioridades para salvar vidas, mientras reactiva la economía. Una ventaja: cualquier resultado que consiga, por mínimo que sea, será visto con un avance significativo en la gestión de esas crisis porque, si en algo puede haber una opinión casi unánime en el país, que conjuga a todos los sectores, ideologías y posiciones, es en calificar al gobierno de Lenín Moreno, como el peor de la historia del Ecuador.
Las decisiones inmediatas de política pública que debería tomar el nuevo gobierno, en buena medida, dependerán de lograr un proceso de gobernabilidad real, que permita construir un verdadero plan de vacunación y reactivar la economía y la producción. Para el efecto, será indispensable que se ponga en práctica el arte de la buena política, esa que busca conciliar, lejos de agendas particulares, en pro del país. La coyuntura, el tiempo y el mal legado del morenismo, requieren acciones inmediatas, efectivas y eficientes.
No se trata de un pacto por conseguir representatividad o, como hasta hace poco, para repartir espacios de poder. Se trata de buscar soluciones sobre aquello en lo que pueden darse coincidencias, como por ejemplo, el mencionado plan real y efectivo de vacunación, la cobertura de salud necesaria que haga posible paliar el impacto de la pandemia, acciones inclusivas y no regresivas de derechos que permitan la citada reactivación económica y productiva y, consecuentemente, del empleo. Así mismo, cesar la beligerancia y persecución entre políticos, de manera que pueda reconstruirse lo público, la institucionalidad, y sea factible alcanzar la independencia de funciones, sin que la justicia y las instancias de control sean un brazo político del poder de turno.
También deben entenderse y respetarse las denominadas “líneas rojas”, o aquellas sobre las que no existen consensos en su concepción o ejecución. Sobre dichas líneas es preciso abrir un debate amplio con el fin de buscar puntos de encuentro, sin que eso implique la reinstalación de un teatro de operaciones y la guerra entre criterios opuestos.
El primer ejercicio real de gobernanza de este nuevo mandato está por verse en los próximos días, con la instalación de la nueva Asamblea Nacional. Las fuerzas políticas están atomizadas y ninguna, por sí sola, tendrá mayoría decisoria. Si bien, ni individualmente ni en conjunto, obtuvieron la mayor cantidad de escaños, es necesario reconocer el derecho de la alianza de gobierno (CREO – PSC) para tener una importante incidencia en la selección de las nuevas autoridades de la legislatura. Y aunque no llegaron a tener mayoría, es necesario reconocer los espacios que el bloque UNES ostenta, por su representatividad y peso político. Adicionalmente, Pachakutik e ID deberán ser parte de la definición de las autoridades e integración de comisiones. Ojalá todas estas organizaciones políticas lleguen a pensar en dar paso a la reconstrucción, dejando polarizaciones inútiles en este momento y sepan arribar a acuerdos efectivos.
El solo hecho de que se dejen de lado posiciones recalcitrantes frente a otras tiendas y se reconozca su importancia y legitimidad, abrirá una luz de esperanza de un cambio de la política vivida en el mandato de Moreno, plagada de epítetos y desprestigio de lo público. Es momento de pensar en reconstruir el país, de un pueblo magnífico que no se merecía el desastre que vivió estos últimos cuatro años.