Por: Héctor Calderón
Estos últimos días, lastimosamente, ha quedado en evidencia que nuestra sociedad no solo está sumida en la violencia criminal, sino también en el odio y la xenofobia.
Las redes sociales se han visto inundadas con mensajes discriminatorios y agresivos contra extranjeros que han escogido al Ecuador como su hogar y el lugar para tener su familia y desarrollarse profesionalmente. Más allá de posturas ideológicas y criterios periodísticos, el “hate” que reciben Andersson Boscán y Alondra Santiago es injustificable. Lo preocupante es que las amenazas e insultos no llegan únicamente desde el anonimato, sino que hay “líderes de opinión”, anchors de televisión, gente con micrófono que se suma a la ola de odio y llegan, inclusive, a pedir la deportación de los mencionados periodistas.
El país tiene problemas tan graves que resulta inverosímil que el debate nacional se centre en una interpretación del himno o la nacionalidad de quien denuncia y critica actos de corrupción o la negligencia de los políticos ecuatorianos.
Y en este escenario no podían faltar quienes viven en una realidad paralela, en una burbuja. Si nos sorprendimos de las declaraciones de la asesora presidencial Diana Jácome, ahora tenemos al maestro zen de Fausto Miño. En medio de las agresiones y discurso de odio, visible para todos, en contra de Alondra Santiago, el cantante ecuatoriano hace un video pidiendo a la comunicadora concentrarse en cosas positivas.
En un país donde asesinan a una niña de 6 años, donde los jóvenes abandonan las aulas, donde los enfermos no encuentran medicinas, donde no puedes caminar tranquilo en la calle; es imposible dar noticias positivas. Ni el “a veces mal, sometimes ok” de su canción es aplicable a la realidad del país.
Mientras la violencia en las calles se complemente con los odios y revanchas en la política, en el egoísmo y vanidad de las autoridades, en la polarización, la discriminación y los antis; nada cambiará.
Mi solidaridad con Andersson Boscán, con Alondra Santiago. No debemos dar espacio al odio, construyamos aceptando las diferencias y buscando un objetivo común: seguridad, equidad y justicia social.
La opinión de Héctor Calderón