Por: Tatiana Sonnenholzner, especialista en comunicación digital
No empezaré esta carta con “querido”, pero tampoco habrá insultos. No hay nada que honrar en el tiempo que formó parte de mi vida, pero me considero una mujer respetuosa y poco resentida, pues al final, el transitar amargo del resentimiento lo lleva quien lo siente y no quien lo ocasiona. Me dirijo a usted para despedirle, sí, leyó bien, no es “despedirme”, porque el lugar que usted ocupó fue el temporal, pasajero, fugaz y con una fecha de caducidad que, por su poco amor, voluntad y compromiso, llegó prematuramente. Yo me quedo como muchos más que pese a tener el corazón roto tras la decepción seguimos –llámenlo locura o bondad- confiando en que vendrá el correcto.
Sin embargo, debo reconocerle que irse ha sido la decisión más sabia que tomó durante este tiempo compartido. Hay que saber marcharse en el momento correcto, sobre todo de lugares o personas que afectan nuestra paz y estabilidad. ¡Vaya! que usted transgredió esos dos poderosos conceptos una y otra vez. Empezaba a sospechar que lo hacía con saña y dolosa intención, pero ¿quién soy yo para poner mis imaginarios sobre los hechos que demostraron una y otra vez su incapacidad para ocupar la fundamental tarea de precautelar, cuidar y potenciar a otro ser? Le quedó grande el puesto y aunque no lo acepte, esa mochila la deberá cargar sobre sus hombros. Ojalá que quienes alcahuetearon sus comportamientos también estén con usted para repartirse las culpas y hacer más llevadero ese camino que le resta hasta el final de sus días.
No le voy a mentir, me gustaría recibir unas disculpas de su parte, pero eso sería como esperar que el agua no me moje o creer en quien promete que va a cambiar tu vida en 100 días mientras dice que es diferente a todos los demás. Te vende un cuento de hadas que en realidad es una película de terror. Ingenua sería por pretender que un hombre con nula capacidad de reflexión y mea culpa manifieste dos palabras como “Me equivoqué”. Aunque ahora que lo escribo aterrizo en que la sospecha fue una concreta realidad y eso duele más. Sus actos fueron premeditados y calculados, pues no encuentro otra explicación para que después de tanto tiempo de coqueteo e intentos por llamar la atención, haya protagonizado el peor papel en este rol cuando se le brindó la oportunidad.
Como todo mentiroso profesional, por decirlo de una manera políticamente correcta, aplicó todas las técnicas para convencer. Su love bombing durante los primeros meses fue estrategia para que sus objetivos personales reales pasaran desapercibidos. Al inicio parecía todo color de rosa, se mostró como un hombre sensato, acertivo, empático y tomó decisiones para mostrar que esas promesas no eran solo de papel. Ese plan macabro tuvo sus frutos, anestesió por un momento el estar pendiente de sus próximos movimientos para acabar con lo poco que se había construido y potenciar el caos. Ante los externos usted, el victimario, era la víctima. Usted no era el culpable, sino los anteriores y se rodeó de personas que alimentaban ese discurso hasta creerse sus propias mentiras.
Siendo sincera, usted no era mi tipo particularmente. Habían varias señales que me alertaron que tenga cuidado, que no era el ideal, mucho menos quien decía prometer. Por ejemplo, su manera de hablar de Dios e invocarlo hasta en los momentos menos oportunos. Al principio me pareció un recurso natural de un creyente, pero tras ver la forma tan incoherente de su actuar y usar ese nombre -que decía era tan sagrado- para justificar sus actos más violentos, me demostró cuan siniestro y cínico pudo llegar a ser. También las veces que, con lágrimas en los ojos, me repetía que iba a borrar todo el daño que los otros causaron, que esta vez lo lograríamos juntos, que era el momento del encuentro pese a nuestras diferencias.
Era tan bueno para ser cierto y fue más malo que todos los demás. Se fue transformando -o más bien- mostrando que era un simple reflejo de lo que tanto criticaba y repudiaba. Con eso, creo que será el suficiente castigo personal cuando se mire en el espejo. Ahora que nuestro vínculo terminó espero que ese Dios, que puso por encima de todo, lo perdone por los bailes que le concedió al diablo con la única y egoísta razón de cumplir su capricho personal. Costará recuperarse de esta ruptura en lo mental, físico, emocional y económico, usted trasgredió todos los límites. Pero no se preocupe, que aunque complejo y doloroso se aprendió la lección y que el mundo sigue girando sin usted, ahora con una diferente perspectiva y maduración para dejar de buscar en hombres pusilánimes algún tipo de estímulo.
Hasta nunca Ex… presidente.
La opinión de Tatiana Sonnenholzner.