Noviembre toca la puerta y las calles de Ecuador ya se inundan de un aroma único y cálido que solo encuentras por estos parajes andinos: el de la colada morada.
Este espeso y aromático brebaje de color púrpura oscuro es la estrella indiscutible de la tradición ecuatoriana por el Día de los Difuntos, una festividad que no solo conmemora a los seres queridos que han partido, sino que conecta a las personas con sus raíces indígenas y mestizas, y donde el sabor se convierte en un homenaje cultural.
Acompañada de las coloridas guaguas de pan -pequeños panes en forma de muñecos- la colada morada tiene una historia rica y compleja que remonta a épocas precolombinas, cuando las culturas indígenas andinas de Ecuador realizaban rituales en honor a sus muertos.
Entonces, las ceremonias incluían ofrendas de alimentos y bebidas para mantener el vínculo entre los vivos y sus ancestros.
Con la llegada de los españoles y la introducción del catolicismo, estas costumbres ancestrales se mezclaron con la celebración cristiana del Día de los Difuntos.
Preparar la deliciosa colada morada no es tarea sencilla. La receta combina una gran cantidad de ingredientes, desde el mortiño -un pequeño fruto andino similar al arándano- hasta especias como la canela, el clavo de olor y el ishpingo -una flor aromática autóctona que aporta un sabor particular.
También se pueden incluir otras frutas, como la piña, el babaco y la naranjilla, para luego llevar la mezcla fuego lento y remover constantemente hasta lograr su espesor característico.
Por su parte, las guaguas de pan se han convertido en una parte esencial de esta tradición. El pan puede ser dulce o relleno de mermelada, y es tan importante como la bebida en esta celebración.
La colada morada ha pasado de ser una bebida a convertirse en un acto de respeto y amor hacia quienes ya no están.
La crisis energética por la que atraviesa todo el territorio nacional por estos días no ha impedido a los ecuatorianos el disfrute de la colada.
En tiempos modernos, donde muchas tradiciones están en peligro de perderse, esta bebida sigue siendo una de esas costumbres que Ecuador mantiene viva con orgullo.
En cada sorbo se encuentra la historia de un país diverso, con un legado cultural entrelazado con la memoria de quienes ya no están, pero han dejado una huella en la vida de sus seres queridos.