Por: Tatiana Sonnenholzner, especialista en comunicación digital
25 francos cuestan las fundas para botar la basura de mi ciudad. Eso equivale a 27 dólares con 69 centavos. No es obligatorio, pero si no compro estas fundas, entonces debo organizar, separar y botar en los contenedores correspondientes por mi propia cuenta mis desperdicios. Es decir, orgánicos en el verde, plástico, diferenciar del PET, cartón lejos del papel, etc. Las fundas tienen un costo, pero el valor es por el servicio.
Antes de saber por qué tenía que pagar por botar basura, me frustraba seguir esa regla. Luego supe que es por reconocer el trabajo de alguien más y entonces cambió mi percepción. En fin, este texto no es para desahogarme sobre lo mal que me sabía gastar tanta plata en, literal, bolsas de plástico. Es para contarles que esta sociedad ha resuelto sus principales problemas, como para ahora darse el lujo de ponerse exquisitos y pulir detalles, como de qué color van a ser las siguientes bolsas y cómo hacerlas con el menor daño ambiental.
El mundo gira, los días pasan, estar a la vanguardia de quienes ponen las reglas del juego es lo que hay que hacer para seguir en el juego. Pero no podemos pretender ser Suiza cuando Ecuador supera ya los 23.000 casos de dengue y es la cifra más alta en los últimos siete años. No podemos querer una casa y empezarla por las ventanas. Suena duro y poco rentable, sobre todo en época de nuevas figuras políticas en el poder que buscan la permanencia, pero si no nos sinceramos sobre dónde estamos parados, seguiremos uniendo las paredes con goma cada cuatro años para sostener esas ventanas sin piso, sin base y ese proceso no solo cuesta tiempo y dinero, sino también vidas.
Mientras las figuras políticas estaban en campaña ofreciendo sus cositas, pensaba: quién será el valiente que cambia el ofrecimiento de cosas por el de dignidad y calidad de vida. Quien pudiera pararse en esas tarimas y decir que durante su periodo de tiempo va a mezclar piedra caliza, arcilla y agua para hacer el cemento fuerte y sólido donde se levante esa casa, que los demás, los que ya tienen una, pueden esperar que pese a las diferencias ideológicas, quienes vengan continúen con esa idea. No es divertido ni suena sexy reconocer que somos un país en vías de desarrollo con unas vías que se dañan cada fuerte lluvia y fueron hechas con sobreprecio y corrupción, pero vamos, tanto hombre en el poder, seguro hay uno que tenga las bolas, digo agallas, para reconocer el estado actual e impulsar políticas acorde a esa realidad.
Dirán que es injusto, absurdo y ridículo, y yo estaré absolutamente de acuerdo con ustedes, pero cuando ves que en tu país los niños todavía mueren por malnutrición, no hay alcantarillado en todas las localidades, las niñas paren a consecuencia de violaciones perpetradas por sus familiares, las provincias periféricas son blanco para lo ilícito, el dengue no está erradicado, los damnificados del terremoto siguen viviendo en carpas, los privados de libertad están hacinados, algunos sin condenas justas y otros jugando a la pelota con las cabezas de sus compañeros, no hay medicinas básicas y un sicario se cotiza a menor precio que el de un celular. Entonces el concepto de injusto, absurdo y ridículo cambia de perspectiva.
Ya firmaron un contrato multimillonario para construir un metro en una ciudad pequeña con líneas de buses desorganizadas. Ya han aprobado la despenalización del aborto en casos de violación y las niñas siguen siendo violadas porque los contextos de miseria no han cambiado y la educación no ha llegado. Ya han mandado más de 4 Estados de excepción para controlar la violencia y Ecuador sigue en los primeros puestos de los países más violentos de la región. Ya lo hicieron. Inauguraron el edificio, construyeron el teleférico, firmaron los acuerdos internacionales, trataron de “digitalizar” en el país de las hidroeléctricas y los apagones.
Dirán que se puede hacer lo uno sin interferir en lo otro. Que se pueden promover iniciativas vanguardistas para que Ecuador esté en la palestra mundial y otra vez voy a ser absurda y ridícula para decirles que no lo creo. Es todo o nada a medias tintas. Es que algunos hagan sacrificios y otros hagan compromisos libres de egos, vanidad y necesidad de agradecimiento inmediato, pues un edificio se ve y se toca, pero el resultado de dignificar una vida se ve durante el crecimiento de esa vida. Ya habrá momento para debatir con bases sólidas sobre esos temas que también merecemos tener como ciudadanos, pero primero lo primero por primera vez.
Con base a esto me suena inverosímil pensar que quienes siempre promueven “reducir el Estado” porque ahí creen que está el problema, según un cuento que alguien les mal contó y se repitió tanto que se lo creyeron, buscan liquidar Ministerios como el de la Mujer o los que principalmente trabajan sobre Derechos Humanos. Entonces vuelvo a mi premisa principal de, pongámonos exquisitos cuando las bases existan, cuando la violencia no sea costumbre. A esos ministerios son los que hay que potenciar, dar presupuesto, seguimiento, confianza y todo el soporte de ese Estado. Brindando calidad de vida, dando confianza al ciudadano, apoyando en su superación, promoviendo sus capacidades y limpiando las trabas que existen para su desarrollo, se reduce todo lo demás y quien no lo ve seguirá la condena del país que muere cada cuatro años.
La opinión de Tatiana Sonnenholzner.