Por: María Eugenia Molina. Doctora Ph.D. en Comunicación. Consultora, académica
La crisis diplomática entre Ecuador y México llegó a su punto más alto el viernes 5 de abril cuando en horas de la noche, fuerzas policiales ecuatorianas incursionaron, léase violaron, la sede de la Embajada de México en Quito, con la finalidad de sacar de allí al exvicepresidente Jorge Glas, acusado de peculado.
Las imágenes empezaron a circular por las redes sociales y en cuestión de minutos, en el resto del mundo estaban enterados del tema y claro, los países lo rechazaron porque se trató de una violación a la Convención de Viena y al Derecho Internacional; pero ¿cómo enfrentó el país la comunicación en medio de la crisis?
El silencio fue en primera instancia la respuesta del gobierno, para pasar a tener las versiones de la Canciller quien dijo que el presidente Noboa dio la orden y el secretario de Comunicación, que indicó que no fue parte de la decisión y que lo llamaron después para que comunique la situación; es decir, empezamos perdiendo en comunicación, la respuesta oficial del Primer Mandatario llegó recién el lunes con un comunicado fuera de timing, justificando su decisión ligándola al tema de la consulta, enfilando contra “políticos caducos” y sin reconocer la invasión a la embajada mexicana como una violación al derecho internacional.
En el intertanto, México, al ser el país ofendido tuvo el apoyo de la comunidad internacional, empezó a comunicar de forma inmediata y permanente, como se lo debe hacer en crisis, supo manejar con fluidez las vocerías, tanto la del presidente López Obrador cuanto de la canciller Bárcena, quien tuvo clara la importancia y la oportunidad de cubrir la mayor cantidad de medios con el mensaje de la violación de su recinto diplomático, por parte de Ecuador.
En el caso de nuestras autoridades, no solo que la reacción comunicacional fue tardía y escasa, sino que es verdad que es harto difícil comunicar y defender lo indefendible, pues no hay excusa posible para haber entrado de la manera como lo hicieron a la embajada mexicana; a ello se suma que el régimen como tal adolece de desatinos en su estrategia comunicacional y la cancillería en particular, pues a más de no tener lista una batería de mensajes, ni una ministra de Relaciones Exteriores con preparación en comunicación de crisis, se toparon con que el 9 de abril, el presidente de México difundió un video de la manera en que la Policía de Ecuador entró a la sede de su embajada, apuntó a su jefe de Cancillería y sacó a Glas de una de las habitaciones y no de un auto como dijo Gabriela Sommerdelf en un canal de televisión.
Ello dejó sin piso las declaraciones de la canciller y muestra que no manejó aquella máxima de comunicación de crisis: no mentir, no minimizar, no maquillar, que en el gobierno no cuentan con expertos en crisis y que no hubo un análisis previo del riesgo; para ese punto los intentos, pocos, por cierto, de tener una narrativa comunicacional fuerte ya no era posible; además está la parte política y diplomática en donde también nuestro país pierde por goleada, la Organización de Estados Americanos, OEA, condenó enérgicamente el asalto policial a la embajada de México, con ello el gobierno queda muy mal parado hacia el exterior, aún habrá que ver qué pasa con el pedido de expulsión de Ecuador de la ONU solicitada por México.
Ahora, el cálculo político al interior del país será medido el día de la consulta popular en la que los ecuatorianos deberemos ir a las urnas y pronunciarnos, y, aunque el tema no es este, es sabido que una consulta es una muy buena fuente de medición del presidente de la República de turno.
La opinión de María Eugenia Molina