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¿Ecuador es un territorio de paz? | Opinión

Por: Felipe Pesantez

“Si quieres la paz, no hables con tus amigos. Habla con tus enemigos.» Desmond Tutu.

Para muchas personas esta pregunta puede sonar retórica; para otros puede sonar un poco ambiciosa y un tanto esquiva, pero para otros puede significar una mera ilusión plasmada en la Constitución de 2008. El pasado 3 de junio, los asambleístas en pleno aprobaron con 82 votos la reforma constitucional al artículo 5, en la que se elimina la prohibición de instalaciones de bases militares extranjeras en suelo ecuatoriano, implicando también la eliminación de la posibilidad de ceder bases nacionales a ejércitos extranjeros.

Este resultado fue producto de la conjugación de 82 voluntades políticas amalgamadas entre el oficialismo ADN y sus aliados en la Asamblea Nacional (AN), como los socialcristianos, la facción de Pachakutik y los «independientes», dejando fuera al fragmentado RC5. Esto no solo demuestra el apoyo mayoritario a todas las iniciativas legislativas del presidente Noboa dentro del legislativo en materia de seguridad relacionadas con el Conflicto Armado Interno, sino que demuestra también la dinámica política dentro de la función más importante del Estado ecuatoriano: dejar sin nada a la oposición correísta.

Volviendo a la pregunta que da honor a este artículo: ¿Ecuador es un territorio de paz?

La respuesta no está en el presente, sino en el pasado. A partir de 2018, Ecuador se desvió por un camino maltratado y oscuro, lleno de violencia, conexiones turbias, operaciones ilícitas, entramados de corrupción, lazos criminales, muerte y más corrupción. Tanto así que en 2023 el país sufrió la pérdida de un candidato presidencial: Fernando Villavicencio, a quien se le arrebató la vida violentamente en un acto orquestado por un grupo de personas que forman parte del mundo criminal.

En el país no existe tal cosa como la «paz», porque estamos en un estado de conflicto armado interno contra un enemigo doméstico llamado «narcotráfico», «narcoterrorismo» y «corrupción» del más alto nivel. No hay tal cosa como la «paz» en Ecuador porque en 2023 la tasa de muertes violentas era de 47 por cada 100 mil habitantes y, a pesar de que en 2024 se redujo a 38 asesinatos por cada 100 mil habitantes, en Ecuador por cada hora que transcurre se asesina a alguien dentro del territorio. En 2025, el país supera en un 65% los 1,428 homicidios que se reportaron en el mismo período de 2024 y en 39% los 1,698 registrados entre enero y marzo de 2023, año en el que el país se ubicó como el más violento de Latinoamérica.

No hay paz en Ecuador porque sufre los efectos del proceso de desmovilización de las FARC y, en especial, de las disidencias y de los pequeños grupos guerrilleros que continúan el legado del narcotráfico y la violencia. No hay paz porque existe una fragmentación criminal en territorio ecuatoriano: desde que Los Choneros comenzó a derivarse en subgrupos, existe más violencia y más competencia por abarcar el mercado criminal. No hay paz en Ecuador porque existe una «debilidad institucional institucionalizada». No hay paz porque Ecuador dejó de ser un simple país de tránsito de drogas para convertirse en un país manufacturero y exportador de drogas. No hay paz porque parte de la economía legal está mezclada con la economía ilegal generada por los tentáculos perniciosos del narcotráfico, minería ilegal, extorsiones y otros.

¿La reforma del artículo 5 de la Constitución del Ecuador para eliminar la prohibición de bases militares extranjeras convertirá al Ecuador en territorio de paz?

Latinoamérica tiene 76 bases militares estadounidenses en total: por ejemplo, 7 en Colombia, 8 en Perú, 3 en Honduras, 1 en Guantánamo, 12 en El Salvador y 12 en Puerto Rico. A pesar de esto, Latinoamérica se sitúa como una de las regiones más violentas del mundo; incluso, dentro del top 20 de ciudades más violentas están en esta región.

Existe evidencia que demuestra que la presencia de bases militares no necesariamente reduce los índices de violencia, sino que esta se desplaza geográficamente o muta en diferentes formas (reagrupaciones, negocios ilícitos como la minería ilegal o extorsión, y en grados diversos de actos violentos). El enquistamiento del narcotráfico y los índices de violencia en Ecuador no solo se deben a la debilidad del Estado o a la fragmentación de grupos criminales, sino también a razones estructurales como la pobreza y la desigualdad.

Si Ecuador, junto a su élite política en turno de gobernar, debe visualizar los pros y los contras de las bases militares extranjeras, encontrará lo siguiente:

Por un lado, los pros: fortalecer la seguridad nacional; dar acceso a nuevas tecnologías (transferencias), recursos logísticos y sistemas de inteligencia; implementar programas de capacitación para las fuerzas del orden ecuatorianas; permitir el desarrollo de nuevas capacidades locales; y brindar control sobre puntos estratégicos en puertos y fronteras como elemento disuasivo para recuperar territorio, proteger comunidades y mejorar la imagen en seguridad del Ecuador.

Por otro lado, los contras: la pérdida de soberanía y el riesgo de injerencias de otro país (o países) en asuntos domésticos; la política exterior ecuatoriana alineada a EE.UU. (u otras potencias) y a sus intereses; representar una amenaza, tensiones geopolíticas y rivalidades con otros países como Rusia, China y Venezuela; la dependencia tecnológica, militar y política del país invitado; el intervencionismo y violación de derechos humanos; y la resistencia y desconfianza social y política por parte de la población ecuatoriana.

Este tema aún no está zanjado. Después de la votación dentro de la AN, es turno de la Corte Constitucional de darle el visto bueno o no, y también les corresponde a los ecuatorianos volver a las urnas nuevamente para confirmar o negar esta reforma parcial a la Constitución. La alternativa de volver a permitir bases militares extranjeras en Ecuador no es la panacea que «todo lo resuelve», sino que debe venir acompañada de un plan integral que implique no solo «mano dura», sino también un enfoque tanto social como económico para recuperar a esos ciudadanos que son el daño colateral de toda la violencia en la que está sumergido el Ecuador.

«La guerra es un crimen, por eso siempre hay que hacerla parecer una misión sagrada.» Thomas Mann.

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