Por: Tatiana Sonnenholzner, especialista en comunicación digital
¿Han escuchado esa canción de Fito Paez? La pueden poner ahora, para leer lo que voy a decir necesitan regalarme, o a Fito y su música, esos 5 minutos.
Para que llegue el amor después del amor se debe cumplir con una fórmula matemática. Debió sentirse amor multiplicado para: debe existir amor, da el resultado de: volver a amar. Esta conjugación entre el pasado y la ilusión del futuro confluyen para que exista el presente. Es confuso, como todo lo relacionado al tema, pero voy a tratar de aterrizar en letras lo que flota como ideas en mi cabeza, pido disculpas de antemano.
Cuando te enamoras, la vida se siente mejor, hay miedo por supuesto, la vulnerabilidad a la que te sometes entregando tus verdades en las manos de alguien más te pone desnudo a merced del humor y mejor criterio del receptor. Pero también te da la ilusión de que tienes con quien contar sin fecha de caducidad. Hasta que…
Te das cuenta de que algo pasó y que el infinito que visualizaste era simplemente un 8 desde otra perspectiva. Con esa nueva información, en medio de la revolución interna de ver como se aleja la posibilidad del “para siempre”, crees que los días son solo la composición de horas en las que sobrevives al duelo. Ahora estas en el punto que repites esa acción periódicamente hasta transformarla en un hábito y con esos hay que tener cuidado, empiezan con la costumbre al dolor y terminan en masoquismo involuntario. Hasta que…
A tu rutina gris le encandila una luz, entonces la rueda empieza a girar de nuevo. Amaste, sabes que lo puedes volver a hacer, pero ya no eres el mismo así que los métodos adoptaron nuevas estrategias para alcanzar un mejor resultado. Temeroso, no quieres tocar el fuego porque sabes que quema, pero esperanzado porque ahora entiendes que el fuego era un quién y no un que, así que estas salvo.
Después de este romántico prefacio, procedo a lanzar mi propuesta de campaña: De gana se fruncen si es un chiste. Lo que no es divertido es tener una ciudad secuestrada y adaptada para que el ciudadano no pueda ni quiera ser parte cuando debería ser todo lo contrario. Por eso les propongo amor después del amor, pero a su ciudad.
Para llegar a esto, así como en los párrafos anteriores, hay que empezar por entender que estamos en la fase de la incredulidad y decepción. Se ha caminado durante largo tiempo rodeado de rejas, baches y basura que se incorporó a la rutina y, como un mal hábito, se normalizó. Sin embargo, hay esperanza de volverse a enamorar, pero primero hay que hacer el trabajo de curar lo anterior.
Autoridades, está comprobado que levantar muros, cercar monumentos, rodear con infraestructuras de metal espacios NO reduce la delincuencia y, de hecho, baja la moral de quienes vive ahí. Esa imagen no ahuyenta a quien busca dañar, al contrario, lo motiva. Es una medida que dispersa, aterroriza y humilla a quien tiene que pasar para ir a la escuela, abrir su negocio o volver a su casa. Se pretende “proteger”, sin embargo, potencia el sentimiento de abandono y miedo.
El antisocial vive en la oscuridad, en la marginalidad, en lo cerrado y oscuro, como una rata que es valiente en el caos de la alcantarilla o mientras todos duermen en la casa. El queso en la trampa para capturarla es iluminar, hacer ruido, sacar al perro, llenar la sala, habitar… dar garantías a los negocios y a los ciudadanos, espacios verdes y abiertos, personas en la calle siendo parte, compartiendo el sentimiento intrínseco de cuidarse unos a otros, recorriendo los lugares que les pertenecen y volviendo a sentir ese amor.
Alcalde, el reto es que no se pierda la esperanza en que uno se puede volver a enamorar y usted es el cupido. Al principio del romance todo se ve con la mirada como la que porta un turista y esta probado que un visitante extranjero (en calidad de explorar, descansar, conocer) no destruye el lugar que visita. Lo concibe como un sueño cumplido, una meta alcanzada, se deja llevar por ese coqueteo de lo que no ha visto antes y como ese nuevo amor, se encandila y apasiona. Bueno, los quiteños ya no reconocen a esa ciudad como la carita de ningún Dios, así que hay que conocer a la nueva la que lleva la corona de Patrimonio Cultural de la Humanidad. Donde quienes la recorran lo hagan con los ojos de ese turista enamorado y en este ritual de cortejo y conquista suceda el amor después del amor. Lance la flecha, prepare a la futura novia.
La opinión de Tatiana Sonnenholzner.