Cada año, entre los meses de febrero y marzo, en Ambato el aire se impregna con el aroma dulce de la fruta madura y el color vibrante de las flores en plena euforia.
La Fiesta de la Fruta y de las Flores (FFF) despierta en la ciudad un ritmo especial, una cadencia que retumba en cada calle, en cada plaza, pero sobre todo en un punto neurálgico que concentra el alma de la celebración: el Atrio de la Catedral de Ambato.
Ubicado en el corazón de la ciudad, este Atrio no es solo una escalinata o un espacio de transición entre la basílica y la plaza, sino un escenario de confluencia.
Aquí, lo sagrado y lo profano se entrelazan con una naturalidad propia de las tradiciones más arraigadas. Es aquí donde el desfile de la belleza y la fe se encuentran, donde la música resuena con ecos de antaño y donde los ambateños renuevan su orgullo y pertenencia.
El Atrio es el preámbulo de la bendición de las flores, frutas y pan, un rito que, más allá de su solemnidad religiosa, simboliza la abundancia y la gratitud de un pueblo que renació de las cenizas del terremoto de 1949.
El diseño y una familia que honra a las “Flores” desde su apellido
En la ciudad jardín del Ecuador, una familia cuyo apellido va acorde con estos días de fiesta, hacen del atrio de la Catedral un escenario donde “cada flor, cada semilla y cada color cuentan la historia de una ciudad que no deja de soñar”.
Los diseñadores, Diana y su padre Luis Trajano Flores, han dedicado su vida a estudiar y embellecer esta obra durante cada celebración.
Para ambos, el atrio es mucho más que una tradición. “Es un símbolo de resistencia, un mensaje de amor propio para Ambato, un recordatorio de que, aunque el mundo se derrumbe, siempre hay un nuevo amanecer esperando”, aseguran.

Junto a las manos laboriosas de los productores de la región, padre e hija, llenan este espacio con la más exquisita representación de su trabajo.
Con productos naturales no perecederos y hermosas flores convierten al atrio en un altar efímero de la generosidad de la tierra.
Diana asegura que el atrio “es mucho más que una estructura efímera: es un espejo de quienes somos y de lo que soñamos ser”.
Considera que, en su base, se refleja el dolor de un mundo golpeado por la violencia, la indiferencia y el olvido.
“Esas imágenes duelen, porque nos recuerdan lo que vivimos cada día. Pero cuando elevamos la mirada, la historia cambia. En lo alto, el atrio abre una puerta al cielo, un espacio donde la fe, el amor y la esperanza florecen, como un abrazo que nos dice: no todo está perdido”, manifiesta con pasión por su trabajo.
En esta edición 74 de la FFF, el mensaje simbólico en la alegoría muestra a “Peregrinos de Esperanza”. Volver los ojos a Dios y a las raíces espirituales y poner la vista hacia el Padre Eterno.
“El Atrio de la Catedral nos habla al corazón. Nos dice que no hay fiesta sin memoria, ni tradición sin esperanza. Y sobre todo, nos recuerda que un pueblo que cuida su arte y honra sus creencias, es un pueblo que nunca deja de soñar”, confiesa Diana.
Un homenaje vibrante a la resiliencia
La FFF se convierte en un homenaje vibrante a la resiliencia de su gente y a la fertilidad de su tierra, celebrada desde 1951 en respuesta a la devastación del terremoto de 1949.
Los ambateños, orgullosos de su herencia, despliegan su hospitalidad al recibir a miles de visitantes que llegan de todo el país y del extranjero para sumarse al festejo.
Este domingo, 2 de marzo, tendrá lugar el tradicional “Desfile de la Confraternidad” por la avenida Cevallos desde las 09h00, donde los carros alegóricos desfilarán, exhibiendo verdaderas obras de arte hechas con flores, frutas, pan y granos secos.
La diseñadora, Diana Flores lleva 24 años también construyendo algunas de las carrozas junto a su padre Trajano Flores, y asegura que el detalle lindo de esta festividad es que el ambateño se siente completamente identificado con ella.

“Existen grandes cantidades de familias que cada año nos buscan para aportar a su ciudad y nos piden trabajo -comentó- y eso crea una dinamización de la economía ya que gracias a ello nosotros nos convertimos en agentes comerciales pues adquirimos los productos en ferretería, granjas florícolas”.
La artista explica que los lugareños trabajan con cariño y entusiasmo porque saben que esos carros van a desfilar por el escenario más grande de la urbe con todo el empeño y la belleza que ellos aportaron.


El proceso de construcción de las carrozas puede demorar entre 20 días y un mes. Las flores son colocadas unos tres días antes del desfile para lograr que se mantengan frescas y hermosas.
Cada año, el desfile de comparsas avanza como un río de colores: reinas de belleza sonríen desde sus carrozas adornadas con pétalos de rosa y geranios, mientras grupos de danza despliegan sus coreografías al ritmo de sanjuanitos, pasacalles y albazos.
Este año, se espera la llegada de al menos 200.000 turistas por día, quienes podrán disfrutar de ferias gastronómicas, conciertos internacionales y eventos culturales, y para recibirlos, la ciudad cuenta con 120 hoteles y 1.759 restaurantes.
Más allá del colorido espectáculo, esta es una celebración de la memoria y la esperanza, una promesa de que cada año, como las flores y los frutos, Ambato renacerá con fuerza y alegría.