Por: José Antonio Sánchez
En mis épocas, mi madre solía enfrentar las actitudes de mis hermanos y mías con frases populares, que alguien muy sabio debió haber escrito por alguna razón de fuerza. “Te entra por una oreja y te sale por otra”, “el que mucho abarca poco aprieta”, “amistades por interés no suelen durar ni un mes”. Pero había una que particularmente me encantaba, sobre todo porque mi madre, mujer delgada y de voz tierna, solía decirla con mucho temple. “Parece que estoy hablando con la pared”.
Hace poco se la repetí a mi hijo por algo que involucraba a toda la familia y que no quería entender ni aceptar y mucho menos escuchar. La razón era fácil, quería que su posición gane y que esté sobre todas los demás, eran sus intereses por sobre los otros, su visión y sus argumentos por encima del beneficio común.
Seguramente, muchos deben pensar que este relato es muy parecido a lo que pasa en el país, todos levantando la bandera del diálogo, pero nadie está dispuesto a ceder ni un milímetro. Sin entender que es imposible sentarse a dialogar si no se está dispuesto a conceder espacios y sobre todo cuando el mango de la sartén no lo tiene uno.
El diálogo resulta imposible
En un país tan diverso como Ecuador, sentarse a dialogar en una gran mesa resulta imposible. No hay puntos de encuentro, no existe la voluntad ni política, ni ideológica para hacerlo. Unos pensando en las elecciones próximas o la construcción de figuras y los otros sosteniendo que sus modelos están por encima de los demás. Al final del día en cualquiera de los dos casos hay un denominador común. El deseo que el otro fracase para sobresalir.
Una historia puede reflejar este momento. Había una vez un personaje que tenía una oveja y otro que la envidiaba, el segundo personaje dedicó su vida entera, no a tener una oveja tan bella y productiva, sino a querer que la oveja del primero muera.
Por ello, hoy la estrategia es aquella que también se plasma en una frase -divide y vencerás- se ha vuelto común hablar de los combustibles con unos y no con otros, de lo laboral con un sector y no con otros, con los que no quieres hablar los pones a la cola y les dices ‘ya mismo los atiendo’. Lo que pasa al final es que el famoso diálogo termina siendo un acuerdo entre partes, que no contempla el interés común. Sino parcial y funcional.
¿Dónde está el futuro?
Que difícil pregunta, y lo que es peor, que difícil encontrar una respuesta. Gobernar no es sencillo, no siempre hay lucidez, casi siempre habrá detractores que nos envuelven en un espiral e hipotecan el futuro.
Y mientras cada gobierno estrena una frase, un slogan e intenta aplicar políticas públicas sin mayor éxito, muchos seguirán migrando, otros se botarán a la calle para protestar sin mayor conquista y otros (no muchos) levantan las manos al cielo agradecidos porque consiguieron ellos o los suyos un trabajo.
¿Quién determina qué necesita el país?, ¿Quién decide qué es lo mejor para una Nación? Se supone que el gobierno de turno, pero se necesita algo más. Debe existir un plan de país a largo plazo, al margen de las ideologías e intereses políticos.
Conoce más artículos de opinión en Primera Plana.