Por: Wilson Benavides Vásquez
Politólogo y analista político
Los 213 años de conmemoración del Primer Grito de la Independencia pasaron desapercibidos por el Municipio capitalino siendo opacados por el escándalo político, el sicariato, un aparente estancamiento de los diálogos entre el gobierno y las organizaciones indígenas, y una nueva pugna de poderes Ejecutivo-Legislativo en torno al reciente rechazo casi total al veto presidencial sobre la nueva Ley de Uso Progresivo de la Fuerza, así como por la posesión oficial de un superintendente de Bancos que no es del agrado del gobierno.
“Quito luz de América” está vez no brilló y el ejemplo libertario de sus próceres del 10 de Agosto de 1809 se ve cada vez más lejano, toda vez que su acción y su pensamiento están siendo reemplazados por los influencers de moda, que sorpresivamente han copado las papeletas de los partidos y movimientos políticos de todas las banderas y todas las tendencias en calidad de precandidatos para las Elecciones Seccionales y del CPCCS 2023, que fueron designados en los recientemente concluidos procesos de democracia interna que estas organizaciones están obligadas a realizar para definir a sus postulantes.
El legado independentista de esta fecha se va esfumando rápidamente por las actuaciones de algunos asesores del régimen que -sin guardar las formas- abiertamente interfieren en otras instituciones, amenazando el disenso con formas autoritarias que ellos mismos dicen haber combatido.
En este país del centro del mundo, lo cierto es que si hubiese sucedido lo mismo hasta hace pocos años, los opinólogos de viejo y nuevo cuño ya habrían puesto el grito en el cielo desde sus diferentes espacios y los auto proclamados líderes de la sociedad civil -esa entelequia que muchas veces sirve para esconder a los grupos de presión- estuviesen convocando a concentraciones y movilizaciones en favor de la democracia.
Doscientos trece años después del grito libertario que abrió el sendero de la independencia definitiva de nuestra América morena, hoy estamos empantanados, mirando estupefactos un burdo espectáculo de una institucionalidad pública que vive una transitoriedad perpetua donde las reglas mínimas de la convivencia democrática son siempre subvertidas e interpretadas a la conveniencia de los actores de poder de turno.
Opinión, en Primera Plana.