Por: Wilson Benavides Vásquez, politólogo y analista político
El proceso electoral para los comicios seccionales del 5 de febrero de 2023 revela que el oportunismo se ha constituido en una verdadera ideología; es decir, en un sistema de creencias, valores y prácticas a través del que se ejerce la democracia. No pretendo hacer una valoración moral de ese hecho, sino mostrar cómo este fenómeno está internalizado en la cultura política del Ecuador y se manifiesta particularmente en época de elecciones.
Aunque las últimas reformas al Código de la Democracia vigentes desde hace dos años buscaban, entre otras cosas, fortalecer las propuestas programáticas y los vínculos ideológicos entre los partidos políticos y los electorados, a la luz de la realidad, es el oportunismo de dirigencias y candidatos el que marca la dinámica de la política desde la perspectiva electoral.
De acuerdo con el calendario para los comicios del próximo año, este 5 de agosto concluyen los procesos de democracia interna que las organizaciones políticas deben realizar para designar a sus candidatos, mientras que el domingo 7 termina el plazo para el registro de las alianzas electorales que correrán en esta contienda, donde los ecuatorianos elegiremos 23 prefectos, 221 alcaldes, concejales urbanos y rurales y miembros de las Juntas Parroquiales.
Según datos oficiales del CNE, hasta el pasado 3 de agosto están registradas 143 solicitudes de alianzas electorales: 30 provinciales, 59 cantonales y 5 parroquiales, todas ellas ya calificadas, mientras que 49 alianzas están en proceso de validación.
El Código de la Democracia y sus reglamentos establecen una serie de incentivos para que las organizaciones políticas conformen alianzas, entre los que destacan, entre otros, la distribución igualitaria tanto de la votación obtenida como de las dignidades elegidas en el cómputo final luego de los comicios.
Así, por ejemplo, si una alianza de 5 movimientos obtiene dos concejalías con el 15% de votos válidos, a cada una de las organizaciones que la integraron, le corresponderá ese número de escaños y ese porcentaje tomados individualmente, con lo que garantizarían su permanencia en el Registro Permanente de Organizaciones Políticas.
Esto ha provocado que el vínculo ideológico que -por sentido común- debería ser el sustento de cualquier alianza partidista quede en segundo plano, dejando paso a una serie de coaliciones que no tienen asidero programático alguno como la precandidatura a la Alcaldía de Quito del ex legislador de la ID, Andrés Páez, por el partido Sociedad Patriótica, de Lucio Gutiérrez, a quien los votos de la ID -incluido el de Páez- cesaron del cargo en abril del año 2005.
Caso similar es el del radiodifusor y ex alcalde capitalino Jorge Yunda, quien fue asambleísta por Alianza PAIS, luego candidato a la alcaldía por Unión Ecuatoriana del ex fiscal Washington Pesántez, y ahora precandidato a la misma dignidad por el movimiento Pachakutik, en alianza con la lista 4 y el movimiento MOVER (ex Alianza PAIS).
Igualmente, llama la atención la candidatura también a la alcaldía capitalina del ex candidato presidencial en 2021, Pedro Freile, por el Partido Socialista Ecuatoriano, cuando en los comicios de hace un año terció por el movimiento AMIGO, del ex legislador Daniel Mendoza, detenido por corrupción, y además ha sido confeso seguidor de las tesis de la ultraderecha española.
De manera extraoficial, se conoce que el ex alcalde de Cuenca y ex asambleísta por Alianza PAIS, Fernando Cordero, sería candidato a la alcaldía de la capital azuaya por una alianza que aglutina a los movimientos CREO, Participa, e Igualdad (listas 21, 62 y 82) y promueve al ex ministro de Transporte de este gobierno, Marcelo Cabrera, como candidato a la Prefectura provincial.
De acuerdo con el Código de la Democracia, las elecciones internas para designar candidatos pueden ser abiertas (con la participación de todo el registro electoral); cerradas (solo con los militantes o adherentes permanentes de cada organización); o representativas (a través de los órganos internos de cada organización).
Únicamente en el año 2009 el movimiento Alianza PAIS realizó unas primarias abiertas con la participación voluntaria de todos los electores, que sin embargo, no estuvieron exentas de incidentes. Desde ese año hasta la actualidad, prácticamente estos procesos se han realizado de manera representativa y al interior de cada organización política sin respetar el criterio de las bases.
Quizá por esto, entre otras razones, los partidos políticos se ubican en el último lugar de credibilidad institucional con apenas el 2,57%, según la última encuesta de Perfiles de Opinión de julio de 2022, que señala también que el 82,78% de los encuestados no simpatizan con ningún partido político, el 73,32% no se identifica con ninguna ideología (izquierda, centro, ni derecha) y el 80,94% no se considera ni “correísta ni anticorreísta”.
Cómo explicar entonces que según los datos oficiales del CNE, 279 organizaciones políticas estén habilitadas para participar en los comicios del próximo año: 6 partidos políticos, 11 movimientos nacionales, 69 provinciales, 174 cantonales y 19 parroquiales.
Es esto acaso el ejemplo claro del oportunismo de nuestra cultura política que también rebasa el ámbito proselitista expandiéndose a otras esferas del quehacer público con casos como el de la esposa del ex gerente de Petroecuador, Ítalo Cedeño, del ex asesor presidencial, Juan José Pons, o del actual prefecto de Cotopaxi y ex diputado de Pachakutik, Jorge Guamán, donde el límite entre el oportunismo y la corrupción tiende a diluirse completamente.
Opinión, en Primera Plana.