Por: Wilson Benavides, analista político
El ex vicepresidente de la República, Jorge Glas Espinel, y el líder del grupo de delincuencia organizada “Los choneros”, Adolfo Macías Villamar, alias “Fito” tizan la cancha tanto para la consulta popular del próximo domingo 21 de abril como de las elecciones presidenciales y parlamentarias de febrero de 2025.
Y lo hacen por lo que simbólicamente representan. Mientras Glas -sentenciado por corrupción- capitaliza el odio a una corriente política específica recientemente declarada en franca oposición al gobierno de Daniel Noboa, Fito, en cambio, -quien está prófugo y fue sentenciado por una serie de delitos penales que van desde homicidio hasta crimen organizado- encarna el miedo que convive ya con la sociedad ecuatoriana por la ola extrema de violencia que enfrenta desde hace más de un lustro.
Odio y miedo, son los sentimientos primarios que están guiando las percepciones y las emociones de los ecuatorianos y que se han expresado electoralmente tanto en los comicios generales de 2021 como en las elecciones anticipadas de 2023, donde el asesinato del entonces candidato presidencial, Fernando Villavicencio, marcó un punto de inflexión en el Ecuador.
Pero para que el odio y el miedo logren convertirse en instrumentos del poder es necesario -como lo advirtió hace décadas Hannah Arendt en “Los orígenes del totalitarismo”- que encuentren asidero en el tejido social ya que de esto depende que los electores opten por líderes y gobiernos que exacerben los antagonismos y mantengan vivos los miedos.
De acuerdo con la última encuesta de Click Report realizada entre finales de marzo e inicios de abril de este año con 4.560 casos en 12 ciudades de todo el país, el 65,62% de los encuestados considera que la situación del Ecuador es “mala” y establece que la delincuencia (21%), la corrupción (15,06%) y el desempleo (13,77%) son sus principales problemas.
Los encuestados señalan también que el primer mandatario urgentemente debe generar fuentes de empleo (28,74%), consolidar una política de “mano dura” contra la delincuencia (23,18%) y atacar sostenidamente la pobreza (20,22%). Llama la atención que la lucha contra la corrupción alcanza apenas un 5,78%, y no es definida como algo “urgente” por los encuestados.
La encuestadora Comunicaliza, que entre el 8 y el 10 de abril realizó 6.301 entrevistas en las 24 provincias de todo el Ecuador, estableció que el 42,8% considera que la situación del país es “mala” y 19,9% “muy mala”, mientras que un 43,9% considera que este momento el Ecuador va por el camino “incorrecto”.
Comunicaliza coincide con Click Report en que el principal problema de los ecuatorianos es la inseguridad con el 35,2% seguido de la situación económica con el 23,2% y la corrupción política (13,4%). En esta encuesta, Noboa alcanza una valoración positiva del 66,8%.
Es claro que delincuencia, desempleo y corrupción están en el radar de los ecuatorianos como los principales problemas del país. De ahí, que si estas problemáticas reflejan los sentimientos primarios de miedo (a la delincuencia) y odio (a la corrupción) en un contexto donde además mayoritariamente la gente establece que la situación del país es “mala”, las salidas autoritarias como la inaceptable incursión en la embajada mexicana en Quito para detener a Glas, estarían plenamente justificadas a los ojos de la gente, mientras que otros problemas como el desempleo pueden tranquilamente, continuar aplazándose de manera indefinida.
Ese es el parecer el análisis -si es que los hay- en los pasillos del Palacio de Carondelet. Bajo esa lógica, es bastante probable que entre diciembre de 2024 y enero de 2025, las fuerzas de seguridad “capturen” a alias Fito, símbolo del “miedo”, en la antesala de los comicios presidenciales, donde el propio presidente Noboa ha anunciado su intención de participar. Los resultados de la consulta popular ya nos darán un primer termómetro fáctico para saber si esta estrategia está funcionando.
La opinión de Wilson Benavides.