OPINIÓN

La agresividad en las redes sociales, un tema para reflexionar

Por: Ph.D.© María Eugenia Molina.

Cada vez son más continuas y violentas las maneras con las que los usuarios de las redes sociales se expresan en contra de quienes no están de acuerdo con sus criterios o formas de ver la realidad, sean políticos, periodistas, líderes, gestores de opinión o ciudadanos que usan estos mecanismos de comunicación, se manifiestan duramente en contra de quienes no están de acuerdo con sus criterios o formas de ver la realidad, cuando las opiniones y razonamientos del otro/a no coinciden con lo que piensan, buscan minimizar tales expresiones mediante insultos y descalificaciones que trascienden, inclusive, al terreno de lo personal, de allí la necesidad de analizar estos mensajes y narrativas que circulan, sobre todo, en Twitter como la plataforma que más concentra este tipo de contenidos que generan violencia de uno y otro lado.

Uno de los elementos predominantes en esta “selva digital” es la intolerancia y exclusión que se le busca hacer a quien piensa distinto, amparados en una irreflexiva libertad de expresión de la que se acogen para minimizar y agredir con términos del más variado repertorio a quien consideran un “rival”, muchos se cobijan en que en democracia se nos está permitido decir lo que pensamos sin restricción; pero, aquello que pensamos no debe sobrepasar los límites del el respeto a quien no piensa igual; la democracia de un modo u otro se convierte en exclusión a quienes fueron minoría, es decir a una de las partes de la sociedad, según lo dice el filósofo Slavoj Zizek.

En las redes sociales, en Twitter, en especial, leemos a cada momento cómo la inclusión del otro, (Habermas, J, 1999) dígase la heterogeneidad y la diferencia, hoy en las redes es denostada por la ausencia de tolerancia y empatía, sin lograr entender que todos tenemos derecho a manifestar nuestra posición y a hacer política, no necesariamente aquella de tipo partidista, sino la que, como seres humanos y políticos por naturaleza, queremos expresar, y muchos lo hacen con absoluta descortesía e incorrección, como si menoscabando los criterios del otro y aumentando la disputa, un grupo pudiese desarrollarse mejor, por lo tanto, los altercados se trasladan de lo político, de las ideas al terreno de lo personal, es entonces, donde surgen con mucha fuerza enemistades que van  minando el sentido de convivencia y respeto a las otras formas de pensar, muchas veces sin fundamentos de fondo, más que las emociones que llegan a desbordar y destruir la esencia humana, algunas veces por situaciones absurdas que dañan la convivencia en sociedad, que nos fracturan como sociedad, que hablar de las diferencias posibilite consensos elementales, entendiendo que las discusiones las podemos arreglar mediante el diálogo respetuoso.

Pero tal parece que lo que se busca es hacer de quien no comulga con nuestras ideas, el blanco de todo tipo de vejámenes, aún más si se trata de una mujer, a la que hay que hacerle sentir el peso de la dominación, de la hegemonía, yo diría de la incapacidad machista de reconocimiento de las capacidades y los derechos de esas humanas.

Pero hay otros grupos que también llevan su parte en la agresividad de quienes creen tener patente de corso para agraviarlos, los extranjeros, sobre todo de determinadas nacionalidades, quienes siendo o no culpables de cualquier ilícito, son mancillados por el hecho de su condición de foráneos, máxime si se trata de personas que están en condiciones de vulnerabilidad.

Todas estas situaciones, discursos, imágenes, audios llevados al mundo de las redes donde se viralizan al instante, sin prácticamente, anteponer un análisis hacen que las violencias desde las verbales, pasando por las no verbales, las agresiones y la exclusión sean el pan de cada día en las redes sociales, que a la vez que nos informan y nos permiten ser generadores de contenido, también nos violentan psicológica y simbólicamente, con lo cual los estigmas de lo que es o se endilga que es una persona, muchas veces la marca de manera grave, porque “si no piensa igual que yo, es mi enemigo” y así seguimos utilizando abusivamente las redes para denigrar, para dañar, para marginar, para excluir; lo infinitamente triste es que es un comportamiento que se ha generalizado y que cada vez parece ser más “aceptada” la toxicidad con la que se escribe en las redes, de lo que se dice contra el otro/a, de la poca reflexividad y análisis en los comentarios, lo que no aporta a un debate serio y argumentado, sino que contribuye a la procacidad en contra de quienes expresan criterios distintos lo que, finalmente, va sembrando no solo discordia, sino odio, que en nada aporta a la ya conflictiva situación por la que pasamos como sociedad.

Compártelo

Post relacionados

Elecciones 2025: cancha inclinada, miedo y desconexión...
Por: Héctor Calderón La democracia se sustenta en el respeto a la...
Ver más
Giro a la derecha, misma lógica política...
Por: Wilson Benavides, analista político El péndulo político en Ecuador da un...
Ver más
El amanecer del noboísmo y el ocaso...
Por: Felipe Pesantez La reciente victoria de Daniel Noboa en el balotaje...
Ver más

Te puede interesar

OPINIÓN

Es necesario reducir el IVA, no subirlo (Opinión)

Por: Economista Marco Flores T. El mayor efecto de un incremento del impuesto al valor agregado (IVA) se produce sobre
OPINIÓN

Entre las pasiones y el recelo. Por: Esteban Ávila

Por: Esteban Ávila I Las pasiones nublan exageradamente el panorama cuando se debate sobre la presencia de jugadores nacionalizados en