Por: María Eugenia Molina. Doctora Ph.D. en Comunicación. Consultora, académica
La temporada invernal está en su apogeo en el país y con ella, también los problemas derivados de la ausencia de planificación a lo largo y ancho del territorio nacional, de la sequía pasamos a las inundaciones, pero no solo hay que hablar de las contradicciones climáticas, es importante hacerlo desde un tema que tienen en común estás dos situaciones, la falta de previsión por parte del Estado para realizar un verdadero trabajo de prevención y mitigación que permita hacer frente a las condiciones climáticas cada vez más adversas.
Escudarse en que es el año con más precipitaciones, que han llovido tantos centímetros cúbicos en un solo día y otros lugares comunes a los que suelen recurrir las autoridades cuando no hacen la tarea a tiempo y deben salir a constatar los estragos del temporal ya no es opción, recordemos que el calentamiento global, la tala indiscriminada, el efecto invernadero, entre otros elementos, seguirán haciendo que el cambio climático afecte a grandes extensiones de territorio.
La infraestructura existente debe ser mantenida, ampliada y fortalecida, como también los planes locales y nacionales en el antes, durante y después, solo así podríamos decir que se hace una labor proactiva, pero para ello es imperativo que exista planificación, se entreguen los recursos para los gobiernos autónomos descentralizados y que, desde el Estado central, se dicten los lineamientos que puedan ser una constante y que vayan a la par de verdaderos procesos de gestión política y edu-comunicacional del riesgo en materia de fenómenos naturales, pero que bien caben en muchos otros contextos de conflicto.
Con un clima cada vez más inestable y extremo, y si no hay trabajo sostenido este tipo de situaciones se seguirán dando con más frecuencia y fuerza; las decisiones que se toman en materia de manejo de cuencas hídricas, por ejemplo, deben ser técnicas, contar con ese sustento y así evitar que se restrinjan los cauces naturales de los ríos y con ello la fuerza inusitada con que el agua busca desfogar, el agua tiene memoria y si taponan sus salidas, tendrá una manera de salir, lamentablemente será con el consiguiente daño como estamos viendo en lo que va de la temporada de invierno.
Muchas provincias del país están pasando por circunstancias de crisis por las lluvias, deslizamientos, etc., las pérdidas son cuantiosas y se suman a las ya preocupantes situaciones que vivimos por efectos de la inseguridad, la pobreza extrema, el deterioro de las vías que agravan la realidad del Ecuador que pasa por distintos sucesos que laceran profundamente nuestra ya debilitada economía.
En momentos de crisis es de gran importancia mantener informada a la población sobre las reales dimensiones de la situación y la gestión que se está desarrollando, aliviar las secuelas de lo sucedido es trabajo prioritario de la autoridad, esta labor debe ser apuntalada desde la gestión y la comunicación, recordemos que hay muchas vidas en condiciones de vulnerabilidad y que la prospectiva es mucho más importante que el timing electoral.
Tener equipos de respuesta a los desastres es importante, pero lo es mucho más contar con los recursos humanos y materiales y con el trabajo constante para mitigarlos, siempre será mejor trabajar en prevención que acudir a ver qué tan fuertes son los daños y qué se ha podido salvar. La participación de equipos multidisciplinarios y la visión estratégica de un verdadero liderazgo son la clave en este tipo de situaciones que cada vez más ponen en tensión la real preparación de autoridades y pobladores con el contexto climático tan complejo al que estamos abocados.
La opinión de María Eugenia Molina