Por: María Eugenia Molina. Doctora Ph.D. en Comunicación. Consultora, académica
En momentos de riesgo político, una de las recomendaciones capitales que se les hace a los políticos y a su entorno es no mentir, no falsear o maquillar la realidad, pues ella más temprano que tarde saldrá a la luz y logrará un efecto abiertamente adverso a lo que se buscaba conseguir posicionando una mentira; sin embargo, hay quienes no toman en cuenta la sugerencia y lo hacen de manera abierta y deliberada con lo cual su palabra va generando desconfianza en quienes le escuchan; pero, si este político es el Primer Mandatario de la República y además candidato a la reelección, la mentira toma ribetes mucho más considerables.
“Estamos hasta vendiéndole energía a Colombia, eso la gente no sabe y no entiende…” dijo el presidente Daniel Noboa el martes 18 de febrero y complementó con que le vendemos 5 gigas al país vecino; mientras que para la autoridad de Energía de Colombia esto corresponde a operaciones de la red para efectos de mantener la seguridad de la interconexión.
Pero, qué pasa con la gran distancia entre el pronunciamiento del presidente Noboa y la respuesta de Colombia, que la palabra presidencial, su credibilidad quedan en entredicho, el capital de confianza que es de los intangibles más importantes con que puede contar un mandatario, se ve severamente lesionado, máxime si tomamos en cuenta que no es la primera vez que el mandatario acude a esta forma de proceder para instalar un relato, recordemos cuando dijo que no se darían cortes de luz o que ellos no aumentarían, pasando por lo de las 2.000 hectáreas de plantaciones de coca en territorio ecuatoriano, o cuando dijo que se declararía héroes nacionales a los niños de Las Malvinas.
La palabra presidencial debe ser manejada de modo pulcro, porque el presidente es el representante del país, habla en nombre del Ecuador, no lo hace a título personal ni bajo su cuenta y riesgo, lo hace como nuestro vocero y si su vocería queda en entredicho por equívocos o imprecisiones, no solo pierde credibilidad casa adentro, sino también en el concierto internacional, ello en tiempos de crisis y de campaña son una combinación peligrosa que puede pasar factura.
Ya hemos visto que no existe inmunidad a la crisis y a su gestión errática, una declaración equivocada de forma deliberada o no, puede ser la causa de un riesgo real, recordemos que la comunicación gubernamental tiene entre sus objetivos dotar de certidumbre a los mandantes, de allí que las expresiones de su máximo vocero deben ser manejadas con rigor y transparencia.
La opinión de María Eugenia Molina