Por: Gabriela Obando
Cuando pienso en la mujer en la política, se me viene a la mente la frase de la canciller Angela Merkel “estamos muy limitados si solo recibimos información de las cosas que es probable que nos guste”. Aún cuando hay datos que nos incomodan es necesario saberlos. Por ejemplo que dos de cada tres mujeres hemos sido víctimas de violencia. De esas tres una fue de carácter sexual y, en su gran mayoría, provienen de su círculo íntimo. Además, Latinoamérica es la segunda región con más violencia hacia la mujer, considerando que una mujer muere cada dos horas y media. También, el 80% de la violencia física es en contra de mujeres.
Continuando con esta breve introducción no quisiera centrarme en mucho de lo que han dicho varias mujeres hoy sobre la invisibilización de la violencia a la mujer o lo que nos adeuda el Estado y la sociedad.
Quisiera enfocarme en lo que podemos construir nosotras desde nuestras realidades, porque hay que estar conscientes que incluso cuando no existe una igualdad material, hablando de derechos, recordemos todos los mecanismos institucionalizados que tenemos para denunciar o hacer valer nuestros derechos. No en vano tenemos el legado de Ruth Bader Gingsburg, quien durante toda su vida se dedicó a promover la igualdad, aun cuando lo hizo desde el voto disidente. Porque incluso cuando no obtuvo mayoría en varias decisiones que promovían una mayor igualdad, inspiro a generaciones a apropiarse de esa causa y generar cambios.
Esta inspiración de cambio debemos embanderar quienes hoy podemos hacerlo, al generar ejemplo, denunciando, apoyando y sobre todo construyendo. Ninguna oportunidad se le va a regalar a nadie y la única forma de presionar a una igualdad material es que exista una participación tan destacada de la mujer en la política y demás espacios de incidencia social que sea inadmisible el disminuir su presencia en estos espacios. Por el contrario, no existirá otra opción que aumentarla.
¡Que el proceso siga su curso!
Recordemos a Matilde Hidalgo cuando se doctoró en medicina. Fue la primera mujer. Pero, principalmente, abrió la puerta a una nueva realidad. Por ejemplo, en la actualidad, la población universitaria está, en su mayoría, integrada por mujeres y esta historia debemos replicarla. El llamado que tenemos hoy las mujeres, es de asumir espacios de incidencia, pelear por ellos, exigir el respeto a nuestros derechos y a nuestro espacio. Pero sin olvidar que queremos construir una sociedad en conjunto, no una solo para mujeres o solo para hombres, sino una en la que las oportunidades se den sin mirar la procedencia de la persona. Una en la que la dignidad del ser humano transcienda.
Hagamos un ejercicio de ver nuestra conducta, de entender que necesitamos trabajar en conjunto, que el ser congruente en la vida es positivo, que reconocer el éxito de otras mujeres es positivo, que una sociedad equitativa es positiva, que no cerrar los ojos ante las desigualdades que existe es positivo.
Centrémonos, en construir, no en destruir y en este ejercicio, primero recordar que esta construcción requiere de todos: de promover el respeto a los derechos laborales de las personas, a su dignidad, a su capacidad de ejercer sus libertades. Quitémonos la idea que necesitamos dejar todo en cenizas para poder iniciar algo nuevo, en vez de eso reconozcamos lo que está bien, lo que está mal y con base en eso construyamos una sociedad buena para todos.