Por: Wilson Benavides Vásquez, analista político
El lenguaje de la política es el lenguaje de los símbolos. Monumentos, himnos, placas conmemorativas, condecoraciones, nombres de calles y avenidas, de coliseos y canchas deportivas, tienen la impronta de sus gestores reales o imaginarios.
Ese legado viene prácticamente desde finales del siglo XIX con la impronta que impuso Simón Bolívar en las guerras de independencia de lo que hoy es Suramérica. Por ello, quizá, no hay ciudad o pueblo interandino, cuya calle principal o incluso un país entero como Bolivia, no lleve su apellido.
Y eso parece bastante obvio. La herencia colonial e independentista está vigente hasta hoy en nuestros países expresándose no solo en los museos, sino también en arraigadas prácticas de nuestras culturas políticas.
Quizá por eso, los presidentes de turno no desaprovechan la oportunidad para condecorar a sus aduladores o recibir condecoraciones, gestionadas -la mayoría de las veces- por ellos mismos o por sus círculos cercanos.
El presidente saliente de Ecuador, Guillermo Lasso, no fue la excepción y a pocas semanas de dejar el poder, ha entregado una de las más altas condecoraciones del Estado ecuatoriano como es la Orden Nacional al Mérito en el Grado de Gran Cruz a diferentes autoridades.
Según lo destaca el portal Primicias, entre el 7 y el 8 de noviembre, los ministros condecorados por el primer mandatario fueron el de Defensa Nacional, Luis Lara; de Salud Pública, José Ruales; la viceministra de Desarrollo Urbano, Gabriela Aguilera; y el director (e) del sistema carcelario y principal del Centro de Inteligencia Estratégica (CIES), Fausto Cobo Montalvo.
Y a ellos se suma el secretario general de la Administración Pública y ex gerente del canal de televisión Teleamazonas, Sebastián Corral, ex embajador de Lasso en el Reino Unido.
Al mirar estos nombres, la pregunta surge sola ¿Qué servicios destacados al país han prestado estas autoridades durante su paso por el gobierno nacional? Esto más aún cuando varias han sido cuestionadas no solo por importantes sectores de la opinión pública, sino por la ciudadanía en general debido a sus paupérrimos resultados concretos en la realidad, como por ejemplo en el manejo de la crisis carcelaria, que justamente volvió a presentarse en estos días.
Otros, en cambio, que cumplieron un destacado papel en su momento como la ex ministra de Salud, Ximena Garzón, con la vacunación contra la Covid-19, o el propio ex canciller, Juan Carlos Holguín, quien lideró un exitoso proceso de repatriación de los estudiantes ecuatorianos en Ucrania, fueron completamente ignorados de estos reconocimientos.
Parece claro que las condecoraciones otorgadas por Lasso no se fundamentaron en criterios de eficiencia, en resultados concretos o en servicios relevantes a la Patria, sino en lealtades y adulaciones, algo que ya se estiló en otros tiempos, y que al parecer es ya una práctica concreta de nuestros mandatarios, más allá de sus banderas ideológicas.
La opinión de Wilson Benavides