Por: Héctor Calderón
La nueva perla anticorreísta estuvo relacionada con Luisa González, candidata a la presidencia por UNES, y a quien se la intentó criticar por haberse graduado de bachiller a los 23 años. Medios digitales y actores políticos, conocidos por su recalcitrante anticorreísmo, se hicieron eco de la noticia pensando que iban a golpear a la imagen de la candidata. Como siempre, hicieron todo lo contrario.
Luisa González usó esta campaña de desprestigio a su favor. Desde un inicio se había dicho que ella no representaba la lucha histórica feminista debido a su posición en temas como el aborto; pero la noticia de que se graduó del colegio a los 23 años, le permitió contar su historia que, seguramente, la acercará a miles de mujeres. González tuvo su primer hijo a los 15 años, fue madre soltera y, a pesar de ello, ha logrado cumplir sus objetivos académicos y profesionales. Criticarla por ello, simplemente ha conseguido acercarla a las votantes mujeres que hoy la ven como un ejemplo de amor, lucha y sacrificio.
Y este es un ejemplo más de los múltiples pecados del anticorreísmo, que son quienes más aportan para mantener el nombre y la figura de Rafael Correa latente, a diario, en las conversaciones de los ecuatorianos.
Al caso de Luisa González le sumamos los permanentes análisis de “expertos” en economía, salud y seguridad que ven al correísmo como la causa de todos los males. Este insistente discurso solo logra victimizar a los afectados, quienes hábilmente han logrado posicionar la idea de ser perseguidos. La realidad es que la gente está cansada de esta confrontación y solo quiere resolver sus problemas, problemas que, para pesar de los anticorreístas, se han profundizado en los gobiernos de Moreno y Lasso.
El correísmo vive, más allá de lo que haya hecho o no durante su gobierno, por esa enfermiza obsesión de sus opositores que sueñan a diario con “el Mashi” y que, estoy seguro, son quienes más añoran su regreso.
La opinión de Héctor Calderón.