Ecuador está volviendo a competir. Recorre la ruta hacia la reinserción internacional, futbolísticamente hablando. No hay nada consumado aún, porque la eliminatoria se extenderá a lo largo del 2021 y parte del 2022. Pueden todavía pasar muchas cosas, pero lo palpable es lo sucedido hasta hoy.
¿Y qué vemos hoy? Un equipo que se ha renovado porque su última versión oficial, la Copa América 2019, fue penosa en todos los contextos. Desde un técnico extraviado hasta jugadores indisciplinados, pasando por resultados deplorables, de todo hubo en ese torneo, lo suficiente para llegar hasta el fondo.
Y del fondo aún más profundo de Jordy Cruyff hubo que salir. Tan culpables fueron ahí el que vino como el que lo contrató. Un DT a medio tiempo no le sumó nada al fútbol ecuatoriano. Sus ocupaciones como columnista y comentarista no le dieron oportunidad para entender que el cargo que asumió, pero que nunca llegó a desempeñar realmente, exigía algo más que fotos posadas en redes sociales.
La llegada de Gustavo Alfaro se dio en medio de la incertidumbre. Me generó desconfianza a partir de su desconocimiento del ámbito exclusivo y competitivo de las selecciones nacionales. Un DT de selección debe ser parte de una élite deportiva y hasta intelectual y de imagen. Pero Alfaro ha estado a la altura. Y no solo eso, pues su voluntad y hasta cariño por lo que está haciendo no entran en el plano de la duda.
¿Por qué Ecuador se está recuperando tan rápido? La verdad está en la cancha. De los 11 jugadores que saltaron a la cancha frente a Colombia, solo uno jugó el mismo partido en la eliminatoria pasada (Ángel Mena). Hay un cambio y una renovación que ha sido natural y se ha impuesto sola, sin necesidad de forzarla.
El nuevo fútbol ecuatoriano que estamos viendo es atrevido, ofensivo, posicional. Emparentado con la realidad moderna y donde el talento de los jugadores se expone con desparpajo y sin temores. La Selección que quedó tercera en el Mundial Sub 20 de Polonia está siendo aprovechada, no totalmente aún. Pero sus frutos ya están teniendo un peso específico en el presente.
Lo que corresponde ahora es asumir con mesura, sin exageraciones. La eliminatoria pasada empezó mejor y terminó en uno de los desastres más grandes de la historia futbolera nacional. Claro, ahora la Selección no está en manos de un mediocre fanfarrón, cuyo perfil estuvo muy lejos de esa élite que mencioné. La soberbia jugó un papel devastador en el ciclo rumbo a Rusia 2018. Todo está por hacer, el inicio positivo es parte del camino.