Un acalorado y vibrante debate pudimos mirar los ecuatorianos y ecuatorianas la noche del domingo 23 de marzo de 2025, cuando los candidatos a la presidencia de Ecuador Luisa González, de la Revolución Ciudadana y Daniel Noboa, de Acción Democrática Nacional se enfrentaron cara a cara.
Este, que es un ejercicio obligatorio, en un país con una democracia y una institucionalidad agonizante, captó la atención de un pueblo desesperado por soluciones reales y pragmáticas ante el agobiante escenario de crisis multidimensional que atraviesa esta nación andina.
Durante el debate, para sorpresa de nadie, el mandatario y candidato a la reelección, Daniel Noboa hizo gala de su actitud cínica y su acostumbrada soberbia; en reiteradas ocasiones, con un talante prepotente intentó minimizar a su contendiente, bajo un libreto que las mujeres conocemos de memoria.
Ese “discursito” machista que aflora apenas mostramos liderazgo, cuando exponemos ideas con firmeza, cuando levantamos la voz exigiendo respeto.
¿A cuántas mujeres nos han pedido bajar el tono, moderar nuestro temperamento o mostrarnos dóciles y tiernas para no incomodar?
¿A cuántas nos han tachado de “problemáticas”, «histéricas», «ofuscadas», «mal dadas», «hormonales”?
La Luisa firme, temperamental y aplomada me representa. Esa candidata capaz de decir las verdades en la cara, a un niño rico al que nadie en su vida le ha puesto límites.
Esa Luisa imponente que retó a un Noboa a una prueba antidoping y se convirtió en la voz de todas al exteriorizar la indignación que nos causa las constantes agresiones que ese hombre ha perpetrado contra Verónica Abad, Gabriela Goldbaum, Alondra Santiago, Andrea Arrobo, entre otras.
La Luisa que encara a ese Noboa que piensa que puede dejar de pedir licencia, a pesar de que el Código de la Democracia establece lo contrario.
La que le canta las verdades, a pesar de que al día siguiente, la estrategia de su rival, se base en tildarla de loca.
Yo no vi a una Luisa “desencajada” o “agresiva”, como quisieron sostener algunos en sus “sesudos” análisis. Vi a una Luisa empoderada que pone freno a un violento.
Y si esa es la “Luisa mala”, yo me quedo con aquella, con la intensa, con la que incomoda a quienes ostentan el poder económico, con la montubia que está dispuesta a arrebatar a las élites, con los votos de su pueblo, el poder político.
Opinión en Primera Plana