Por: Wilson Benavides, analista político
Más allá de las animadversiones que en cierto sector político y ciudadano puede generar la administración de Daniel Noboa, lo real es que en su gestión se han tomado decisiones que diferentes gobiernos -de distinto talente y bandera ideológica- jamás lo hicieron.
En la década de inestabilidad política (1997-2007), por ejemplo, la anunciada eliminación del subsidio del gas de uso doméstico o la firma de una carta de intención con el Fondo Monetario Internacional, fueron -entre otros- los detonantes de levantamientos populares y asonadas militares que provocaron que nuestro país tenga siete presidentes en apenas diez años.
Subir el IVA del 12% al 15% y eliminar el subsidio a las gasolinas extra y eco-país, independientemente de las consecuencias políticas, son apenas dos muestras de la nueva lógica que está definiendo al quehacer político local.
Si bien Noboa llegó al poder para completar el periodo de Guillermo Lasso (2021-2025) quien -amparado en el artículo 148 de la Constitución- disolvió el Congreso y convocó a elecciones anticipadas para evitar su destitución vía juicio político, ahora goza de una credibilidad sin precedentes en relación a sus decisiones adoptadas, que lo catapulta -hasta el momento con opciones bastante reales- para una posible reelección en los comicios presidenciales de febrero próximo.
De acuerdo con la última encuesta de la empresa Comunicaliza, realizada entre el 26 y el 28 de junio pasado con 4.333 casos en las 24 provincias del país, la calificación de la gestión del primer mandatario alcanza el 52%, el mismo porcentaje con el que inició su mandato en octubre de 2023.
Cifra que con la declaratoria de “conflicto armado interno” en febrero de 2024, se incrementó al 82%, pero que posteriormente cayó al 68% tras el incremento del IVA y los apagones; y luego volvió a precipitarse al 58% con la eliminación del subsidio a las gasolinas, ubicándose actualmente en el 52%.
De acuerdo con esta misma medición, el presidente Noboa tiene una intención de voto del 32%, frente al 18% o el 22% del candidato del correísmo pese a que la ciudadanía considera que la inseguridad continúa siendo el principal problema del país con el 35%, seguido de los problemas económicos como el desempleo, la crisis económica y las deudas, que globalmente alcanzan un 47%.
Paralelamente, la última encuesta de Click Report, realizada a inicios del mes de junio de 2024 con 760 casos en Quito y Guayaquil, aunque el 74,4% califica de “mala” la situación actual del país identificando a la inseguridad como el principal problema con el 46,18%, seguido del desempleo y la crisis económica con el 25,66%, la aprobación de la gestión del presidente Noboa alcanzó el 53,14%.
Este porcentaje se ubicó solo por debajo de las Fuerzas Armadas que tuvieron un 71,26% y por encima de la Policía (51,09%), la Asamblea Nacional (21,14%) y los jueces (10,72%).
Es en este contexto, que al parecer las explicaciones tradicionales de la popularidad presidencial caen por los suelos abriendo una serie de especulaciones de todo tipo, diseminadas en un amplio espectro de criterios que incluyen el hecho de comparar a Noboa con los inicios de Rafael Correa, hasta explicar que su aparente “vaciamiento conceptual” en temas de gestión pública y el uso de las redes sociales como herramienta central de la comunicación oficial, son -paradójicamente- su principal fortaleza.
En la práctica, sin embargo, es bastante claro que el mandatario está marcando la agenda pública y liderando la iniciativa política. Y marca la agenda a través de una serie de declaraciones públicas que varios medios de comunicación convierten en hechos ciertos, pese a que se “sustentan” en datos incorrectos e inexactos, o en afirmaciones completamente desapegas a la verdad.
Y esto va de la mano con el liderazgo de la iniciativa política, donde a través de una serie de “globos de ensayo” logra indisponer a la Asamblea Nacional a la que acusa de todos los males de la nación, al tiempo que divide al campo popular gracias a una gestión con tintes clientelares, donde cooptar a los transportistas y fragmentar a los indígenas de los campesinos, es el objetivo concreto. Mientras a los primeros les entregará una “compensación” económica por la eliminación de los subsidios a las gasolinas, al campesinado le perdona créditos en coactiva de hasta 5 mil dólares con Banecuador.
El incremento del IVA, la incursión a la embajada de México en Quito para detener al ex vicepresidente Jorge Glas previo a la consulta popular de abril pasado y la eliminación de los subsidios a los combustibles a menos de un año de elecciones, hacen de Noboa un presidente atípico, capaz de tomar decisiones impredecibles que contradicen absolutamente toda lógica, similar a lo que Rafael Correa hizo en 2006 cuando no presentó candidatos al entonces Congreso Nacional y decidió -en minoría absoluta- convocar a una Asamblea Constituyente que redactó la Constitución actualmente vigente.
Colocar la agenda y liderar la iniciativa política fueron -por cierto- dos características centrales de buena parte del gobierno de Correa tanto a través de los enlaces ciudadanos (sabatinas) y los gabinetes itinerantes, como del alineamiento de todas las funciones del Estado en torno a una causa común, a una “razón de Estado” que en su época fue la lucha contra la partidocracia y, hoy por hoy, en la administración de Daniel Noboa, es el combate “contra la impunidad” y el “conflicto armado interno” al narcotráfico y el crimen organizado.
Seguramente, si continúa la dispersión de candidatos en la centro izquierda y la ausencia de “cuadros fuertes” en la centro derecha -más allá del reciente anuncio de la precandidatura presidencial de Henry Cucalón por el movimiento Construye de María Paula Romo-, en febrero de 2025 tendremos a Mashi Daniel para largo, al menos de eso, están seguros en Carondelet.
La opinión de Wilson Benavides.