Por: Tamara Idrobo
Las redes sociales y sus algoritmos nos muestran que el próximo 1 de mayo, día de conmemoración de las luchas obreras, existe el llamado a #LaGranMarchadel1rodeMayo.
Marchar, manifestarse y tomarse los espacios públicos (ojo que no digo destruir espacios públicos) es un derecho enmarcado en nuestra Constitución. Marchar en las calles no es solo un acto de expresión y demanda, marchar es un ejercicio democrático, ciudadano, de resistencia, de demanda y acciones colectivas.
El 1 de mayo alrededor del mundo es una fecha que moviliza, que convoca, que llama y que aclama. Tengo la sensación de que en el Ecuador este 1 de mayo será un proceso de catarsis colectiva frente a tanta indignación, ira, rabia y dolor que un pueblo oprimido y violentado ha estado guardando, emociones que están esperando para salir a expresarse.
Es de conocimiento de quienes me leen y me siguen, que yo resido en otro país y que decidí (porque pude) extender mi viaje y quedarme para este 1 de mayo y así, poder salir a las calles de Quito a marchar. Sé que muchas personas saldremos a las calles del país en compañía de sentimientos y demandas compartidas.
Falta poco para que el gobierno de Guillermo Lasso cumpla su primer año de gobierno. En estos casi 12 meses, si bien logramos el acceso a las vacunas para enfrentar de mejor manera la pandemia del COVID-19, el gobierno se ha mostrado de cuerpo entero como lo que es: un colegislador inoperante y cliente asiduo del ministerio de la ley, gracias a una Asamblea Nacional enfrascada en pugnas de poderes que ha contribuido a la inefable inestabilidad en el Ecuador.
El gobierno actual ha enfrentado crisis carcelarias y olas de violencia que nos han sometido a vivir en zozobra y con miedo. Este gobierno también se ha atrevido a alzar los precios de la gasolina, a ignorar los índices de violencia, robos y sicariatos que persiguen y atosigan a la ciudadanía todos los días, todo el tiempo.
Este gobierno que usó y manipuló los colores y símbolos de las luchas feministas para llegar al poder, poco hace y poco le importa la lacerante realidad que las mujeres y niñas viven en el país. Los femicidios y casos de violaciones sexuales dejan de ser casos mediáticos y aislados, para convertirse en la punta de un iceberg de datos y realidades que no podemos ignorar. Porque por cada caso individual que se hace viral, hay miles de casos que quedan en la clandestinidad y en el olvido, sin esperanza alguna de buscar justicia, menos aún, de llegar a tener reparaciones mínimas o reales.
Un gobierno que, con toda la crueldad, construyó una ley infame para “regular” el acceso al derecho humano de decidir y acceder al procedimiento de aborto a víctimas de violación. Un gobierno nefasto, mentiroso, abusador, violador. Un gobierno que cada día se muestra como un actor más de un Estado Femicida que oprime, explota y violenta a niñas y mujeres en todo el Ecuador. Un gobierno que omite su rol y obligaciones como parte del Estado ecuatoriano.
Quienes a través de nuestras vidas hemos salido a las calles a marchar y a manifestarnos, sabemos de la importancia de este ejercicio de expresión popular y colectivo.
En las calles, las mujeres y movimientos feministas hemos estado y seguiremos demandando nuestros derechos. En las calles nos hemos enfrentado a las fuerzas policiales y estatales que reprimieron, sin pudor alguno y con impunidad absoluta, nuestras acciones y movilizaciones el pasado 8 de marzo.
En las calles del Ecuador entero, y en particular de la cuidad de Quito, el pueblo movilizado y azuzado por los medios de comunicación y con la anuencia del poder económico, político y militar, consiguieron en el pasado la caída de más de un presidente.
En las calles nos encontramos y nos reconocemos todas las personas con todas las identidades que construyen a esta sociedad tan diversa, compleja y violentada.
En las calles se comenten también los crímenes más atroces. Los asesinatos, robos y violencias que atormentan e intimidan a la sociedad entera.
Reivindiquemos entonces nuestro derecho a ocupar las calles el 1 de mayo para ejercer nuestro derecho a la protesta, caminando, cantando y gritando para exigir y demandar nuestras luchas. Las marchas deben ser pacíficas y deben buscar la movilización no solo de personas, sino también de conciencias para lograr reacciones y acciones por parte del gobierno y de toda la sociedad.
Que salir a marchar o quedarse en las casas sea una opción y una decisión que cada persona tome de acuerdo con sus deseos, condición y posibilidades.
Como a mí me duele el país, me afecta las violencias y las muertes y sobre todo me atormenta cómo las mujeres, niñas y personas LBGTIQ+ vivimos y sobrevivimos en este país, decidí quedarme para marchar.
Yo marcharé por las niñas y mujeres violadas, por todas las víctimas de un Estado femicida y violento.
Marcharé porque las mujeres que decidimos ser dueñas de nuestros cuerpos y vidas nos exponemos a violencias continuas y a ser desprestigiadas y acosadas en nuestros entornos laborales, sociales y familiares.
Marcharé por todas las mujeres y personas de las identidades sexo genéricas diversas que tenemos principios y valores sólidos, pero que aún no podemos ejercer nuestros derechos políticos y llegar a puestos de poder, para promover y trabajar por esas transformaciones que nos permitan ejercer y garantizar vidas libres de todo tipo de violencias.
Marcharé para que las violaciones sexuales normalizadas dejen de existir. Por cada niña, adolescente y mujer violada y revictimizada.
Marcharé por todas las violencias perpetuadas en nuestras vidas y cuerpos.
Marcharé por todos los acosos, por todas las violencias y por todos los golpes recibidos en mi vida y en la vida de todas las mujeres que amo y quiero.
Marcharé porque en este país la justicia está ausente, porque nuestras ciudades se levantan en medio de mafias y estructuras de cemento.
Marcharé porque el Estado nos ha arrebatado el derecho a la vida, a la educación, a la salud a la justicia y a la institucionalidad.
Marcharé porque el Estado es incapaz de cumplir con su obligación de garantizar el acceso a documentos de identidad. Porque poder tener cédula y pasaporte no es un lujo, ES un derecho.
Marcharé porque en los hospitales no hay medicinas ni equipos, y porque tenemos profesionales de la salud sin trabajo y centros de salud y hospitales sin profesionales.
Marcharé porque nos arrebataron hasta la posibilidad de volver, de construir, de sentir que ser parte del Ecuador es contribuir a edificar la nación de la que las y los migrantes somos parte también.
Marcharé porque hay quienes queremos volver a nuestra amada Patria, mientras hay centenares de miles de ecuatorianas y ecuatorianos que se quieren ir del país.
Marcharé porque la resiliencia es persistencia, es determinación. Y porque este país ya no aguanta más, ni un poquito más.
Marcharé de forma pacífica y sin violencia, como lo he hecho siempre, con alegría, respeto celebrando y caminando con quienes estén conmigo, con mucha atención y cuidado.
Marcharé cantando y gritando.
Marcharé con el cartel que llevaré conmigo desde el refrán que sale de mi corazón:
¡Yo marcho con la ira de mi abuela y por la libertad de mis nietas! Yo me quedé para marchar, ¿me acompañan a luchar?.
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