Por: Mauricio Calle Naranjo
El filósofo y escritor Rabindranath Tagore dijo: “es fácil hablar claro cuando no va a decirse toda la verdad”. El pensamiento de grandes intelectuales sigue en vigencia y se aplica a la realidad ecuatoriana, ya que es inaudito que los responsables de la comunicación política de personajes y de instituciones públicas, donde se sobreentiende que poseen una preparación académica y experiencia laboral comprobada, se equivocan en transmitir un comunicado a la ciudadanía. Al parecer estos profesionales viven sometidos/acosados por el ego y narcisismo de sus líderes, a quienes se les ocurre instalar narrativas erróneas, desatinadas y burlescas de las mentes inquietas.
Para la historia quedó la preparación previa que realizaban las autoridades a fin de emitir un mensaje al país. La elaboración minuciosa de los discursos, donde el texto era articulado de manera coherente, formulado con precisión, con una estructura sólida, desplegado de una forma lógica e impecable. Ahora el recuerdo de esos textos quedaron en las bibliotecas, porque sin exagerar, existían discursos políticos que se merecieron el desarrollo de tesis de grado.
Sin embargo, esta postura retrógrada de la comunicación política, se debe también a la reacción del ciudadano, del receptor. Porque hoy nadie escucha con atención, no les gusta profundizar, pocos analizan el contenido y a los que están detrás de las líneas discursivas. Con intranquilidad, la población se ha convertido en el «hombre-masa» que definía Ortega y Gasset, quien se refería a un hombre que abraza la mediocridad y rechaza la reflexión, un humano conformista que ha perdido la conciencia de la propia existencia. Tal vez esto detectaron los expertos asesores, y no les importa que sus jefes salgan a los medios públicos con frases donde Cantinflas se quedaría corto.
El lenguaje y los idiomas, en especial el castellano, son herencias únicas, maravillosas y hermosas. Las civilizaciones se han caracterizado y han marcado el rumbo de la cultura y de la ciencia a través del mensaje, porque la comunicación constituye lo mejor de la experiencia humana. El ciudadano debe ser crítico, luchar e impedir que lo engañen con crónicas falsas, con narrativas espantosas, con emisores que no están en sus cabales. Ecuador necesita exigir de sus autoridades un mensaje sincero y estructurado a la altura de sus cargos, se demanda evitar que la historia recuerde a este país por la verborrea de sus mandantes.