Por: Héctor Calderón
Mi hija tiene 10 años y en sus últimos 4 ha tenido que vivir dos paros nacionales, la pandemia y, ahora, la guerra contra el crimen organizado. A su corta edad ha tenido que aislarse de sus familiares, de sus amigas, de los espacios que le gustan para cuidar su salud y su vida.
¿Cómo le explicas a un niño, a una niña de esa edad que todo esto que ha vivido no es normal? ¿Cómo le explicas que todas las generaciones antes de la suya pudieron tener una infancia libre, sin violencia y sin encierros? ¿Cómo le explicas que es necesario que policías y militares actúen con dureza en contra de los delincuentes? ¿Cómo le explicas que salgan en la televisión delincuentes encapuchados y armados amenazando a todo el mundo? ¿Cómo haces para que esas niñas y niños no crezcan con miedo y complejos?
Todas estas preguntas serán siempre más fáciles de responder desde el privilegio. Quienes tenemos un techo, el pan en la mesa todos los días, el trabajo y la oportunidad de educar a nuestros hijos e hijas; podemos enseñarles que esto es pasajero y que mañana vendrá algo mejor, podemos acompañarlos en este proceso con ayuda y guía permanente, podemos estar presentes para atender sus necesidades inmediatas.
Pero ¿qué pasa en los casos de que esos niños y niñas no van a la escuela? ¿qué pasa cuando esos niños y niñas no tienen nadie en casa que los contenga y guíe? ¿qué pasa cuando esos niños y niñas tienen que salir a la calle en búsqueda de un pan para alimentarse? Todo se reduce a la equidad, la justicia social y la inclusión.
A mi hija si le puedo hacer notar que ella tiene la bendición y oportunidad de poder educarse, de llegar a casa y tener una cobija, alimento y la compañía de sus seres queridos; y que esa no es la realidad de todos los niños de su edad. Esa realidad debe ser clara para todos y debe invitarnos a reflexionar sobre el rol del Estado. Vivimos horas complejas en las que hay que enfrentar con dureza al crimen organizado, el Estado debe prevalecer a toda costa; pero una vez que esto pase debemos ir más allá.
Los niños, niñas y jóvenes encuentran en las calles, en las pandillas, en las bandas; las oportunidades que la sociedad no les da. Encuentran en los amigos, en los líderes de las bandas; la compañía que sus padres no les dan. Encuentran en el narcotráfico, en el sicariato, en el robo; el poder, la atención, lo material que piensan nunca podrán lograr. Esta batalla es la más importante, porque si hoy ganamos la guerra contra el crimen organizado y no hacemos nada por reconstruir el tejido social; mañana tendremos un conflicto aún más peligroso.
No los abandonemos, no permitamos que nuestra niñez y juventud se pierdan. Fortalezcamos el Estado para que tenga la capacidad de generar oportunidades y lograr que nuestros niños, niñas y jóvenes tengan herramientas para dejar las calles y regresar a las aulas; así, y solo así, lograremos derrotar definitivamente a las bandas criminales y a la pobreza.
La opinión de Héctor Calderón