Por: María Eugenia Molina. Ph.D.©
Experta en Comunicación Estratégica/Docente Universitaria
La comunicación gubernamental durante los primeros 12 meses de mandato del presidente Guillermo Lasso ha seguido los patrones de lo que fue su comunicación de campaña, principalmente aquella utilizada en la segunda vuelta electoral, lo cual pudo ser interesante en las primeras semanas de su administración por ser la que lo catapultó a la máxima dignidad del país; sin embargo, sus asesores tanto políticos cuanto de comunicación no supieron capitalizar esa victoria y ya en el ejercicio del gobierno siguieron manejando el mismo patrón comunicativo, piezas como TikTok, conversatorios de los martes, boletines emitidos por la Secretaría de Comunicación, voceros y asesores que, lejos de aportar, conflictúan con la opinión pública son entre otras acciones las que se han utilizado y que distan de ser las que requiere el gobierno.
Es claro que no existen políticas ni estrategias de comunicación gubernamental que soporten y articulen los mensajes del presidente hacia un pueblo que vive en medio de múltiples crisis y que no vislumbra en el jefe de Estado a un líder que reduzca la incertidumbre y que genere las condiciones para el encuentro que promulga como eslogan de su gestión.
Desde esta perspectiva podemos decir que al no contar con estrategias de comunicación, sus tácticas han sufrido fallos que se incrementan ante la presión de sus rivales políticos y de los propios mandantes que miran acrecentarse los problemas de inseguridad, violencia, crimen organizado, alza de precios, crisis carcelaria, violencia y varios etcéteras; el gobierno se encuentra frente a la presión de desvirtuar criterios de falta de preparación para ejercer sus competencias y de incumplimiento de sus promesas de campaña, criterios que se van posicionando en el imaginario social.
La ausencia de estrategia comunicacional del gobierno, los yerros en el manejo de la vocería, la culpabilización a gobiernos anteriores, tanto nacionales como seccionales de lo que sucede en el país genera malestar, conflicto y hartazgo entre la gente, pues el discurso de recargar culpas en los predecesores se desgasta rápidamente, no puede ir más allá de los primeros 100 días, luego de lo cual esa argumentación pierde vigencia. El gobierno ha apalancado su discurso, fundamentalmente, en la campaña de vacunación contra el Covid-19, misma que es destacable y digna de reconocimiento, pero en un año de mandato ello no es suficiente para sostener el apoyo de la gente.
En situaciones de incertidumbre y conflicto como los que transitamos en el país es clave la construcción de significado para lograr la credibilidad de la ciudadanía y de este modo fortalecer su capital de confianza, para ello es imperativo llegar a los públicos con un discurso claro y fundamentado que transmita seguridad, pero, ante todo, que se apalanque en hechos medibles, en realidades que demuestren que el trabajo del gobernante y su equipo van a tono con los requerimientos de sus mandantes; es importante indicar que la comunicación no puede camuflar errores en el manejo del Estado, al menos no por tiempo indefinido, si no se muestran resultados, la campaña propagandística caerá por su propio peso. En la comunicación gubernamental cada detalle cuenta, lo que se dice, lo que se omite, lo que se hace y lo que no, los logros y los desaciertos, pues todo comunica y en medio de situaciones de crisis, lo hace con más fuerza.
Luego de 12 meses en el ejercicio del poder, el gobierno debería haber entendido que generar consensos e inclusión es mucho más importante y útil que abrirse frentes y jugar en su propia contra, como lo sucedido el 28 de abril pasado, cuando en el marco del evento de la eliminación de la obligatoriedad del uso de mascarillas, el mismo Presidente de la República mediante su discurso provocó que la noticia central quedara relegada a un segundo plano debido a que dio relevancia a otro tema, la acusación al banquero Fidel Egas de no pagar impuestos en el Ecuador.
Inclusive cuando desde las tácticas de comunicación política, se busca generar la figura del contradictor, de aquel antagonista con quien conflictuar para generar espacios políticos y mediáticos, es clave contar con estrategias que marquen el timing adecuado; pero, cuando la comunicación gubernamental es manejada como marketing electoral, la autoridad en ejercicio va mermando imagen, liderazgo e identidad, pues los fines que persiguen una y otra son distintos.
Publicitar las obras gubernamentales, per se, no constituye un error, al contrario, ayuda a posicionar el mensaje, pero cuando las acciones y la realidad que vive la población contradicen al discurso, la publicidad se vuelve en contra, sobre todo en temas sensibles como inseguridad, aumento de precios, por citar algunos. Asimismo, no se puede dejar de lado el papel de los medios de comunicación y de las redes sociales que cada vez y con más fuerza son parte de la cotidianidad de la población para informarse, frente a ello, la ausencia de una política de comunicación que permita el feedback entre el mandatario y sus mandantes, alimenta la propagación de información sesgada, falsa, sensacionalista, con lo cual la violencia simbólica, la polarización y la agresividad logran permear y dividirnos cada vez más.
En este primer año el gobierno, a más de dejar de lado la importancia de la creación de una estrategia de comunicación sólida y utilizar la comunicación de manera instrumental mediante la ejecución de acciones como: entrevistas, TikTok’s, boletines, con los que intentan posicionar frames, que no permean en las audiencias porque son coyunturales y con un tiempo de vida corto, por ende no cumplen con su misión de atravesar el proceso comunicacional y de esa manera lograr los efectos esperados, ello se da en gran medida porque la comunicación gubernamental no ha logrado leer las necesidades de comunicación de los públicos, si los encuadres que establece el gobierno no son comunicables ni debidamente contextualizados y presentados, no se puede esperar que sean acogidos favorablemente por los públicos.
A lo largo de este año se han dado varias situaciones de crisis de distintas magnitudes y temáticas, sin embargo, la prevención mediante la edu-comunicación de los riesgos, cuanto la gestión y administración de las crisis no han tenido un manejo técnico, el trabajo se centra en lo reactivo, no se ha impulsado la Ley de Riesgos, lo cual no es tema menor en un país como el nuestro, que tiene los elementos naturales y antrópicos que nos hacen situarnos como una nación proclive al riesgo, pero que no tiene la preparación para afrontarlo de manera proactiva.
Es imperativo decir que la comunicación no es el único problema de este primer año de gobierno, va mucho más allá, se trata de trabajar desde estrategias políticas, comunicacionales y operativas conjuntas, lideradas por el Estadista y apoyadas por su gabinete, recordemos que la comunicación no reemplaza a la gestión y que el conflicto y la confrontación no son el camino en un país que tiene múltiples problemas por resolver, donde la población vive altos niveles de violencia e inseguridad, en el que la constante es la falta de oportunidades laborales, educativas, de medicinas; recordemos que el país acarrea crisis que se potenciaron con la presencia de la pandemia y en medio, la gente, mostrando su descontento con lo que vive a diario y sin vislumbrar una salida a sus necesidades.
El jefe de Estado debe manejar con cautela sus discursos, declaraciones públicas, primicias, alocuciones, silencios, pues lo más valiosa de un mandatario es su capital simbólico que es la confianza que debe generar su palabra, cuidar que ella no se devalúe, pues recuperar la credibilidad es un proceso largo y difícil, mientras que perderla es mucho más fácil.
El gobierno debe tener claro que hace mucho tiempo las audiencias dejamos de ser entes pasivos a los que se puede persuadir de manera relativamente fácil, hoy somos ciudadanos activos a quienes hay que llegar con comunicación, con gestión y con estrategia, es hora que el gobierno ponga énfasis en el desarrollo de políticas de comunicación que superen el reduccionismo del marketing electoral, evalúe lo realizado hasta el momento y reoriente su accionar en este campo, pues no es suficiente informar, hay que comunicar y hacerlo con estrategia.
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