Por: Héctor Calderón
Los resultados de la segunda vuelta electoral en Ecuador han causado un remezón dentro del movimiento Revolución Ciudadana. El mensaje conciliador de Luisa González, tras reconocer su derrota, se ha ido diluyendo entre los exabruptos de Rafael Correa, las pugnas internas y el último escándalo de violencia de género que involucra a Jorge Glas y al mismo líder de la RC.
Empecemos por lo más reciente. Los audios filtrados y que exponen un entramado de celos y relaciones de poder por parte del exvicepresidente Jorge Glas, deja en entredicho el liderazgo de este movimiento y su vinculación con el progresismo. El “cálmala a Sofi”, “hay que cuidar el proceso” de Rafael Correa y el silencio de las mujeres militantes del movimiento, nos obligan a preguntarnos, ¿puede ser progresista un movimiento en el que los derechos de las mujeres no importan? y ¿en el qué se trata de minimizar un caso de violencia de género? La verdad es que no. Un movimiento donde sus principales líderes menoscaban los derechos de las mujeres no puede ser nunca progresista.
Y este tema es solo el corolario, pues recordemos que un día después del balotaje, el expresidente Correa publicó un tuit en el que cuestionaba a las mujeres por no haber votado por la opción de tener por primera vez una mujer presidenta. Pero ¿es en realidad culpa de las mujeres? O ¿es culpa del movimiento, primero por candidatizar a una mujer cuyas posturas han sido contrarias a la lucha feminista, y segundo, porque recién al final de la campaña se les ocurrió explotar su imagen de madre y mujer profesional y trabajadora?
A pesar de tener un número importante de legisladores y autoridades locales, el movimiento de la Revolución Ciudadana parece haberse estancado en el pasado, en el ya lo hicimos; y no ha tenido la capacidad de reinventarse y promover nuevos liderazgos. Cualquier esfuerzo aislado de sus militantes, se choca y/o anula con la tozudez de su dirigencia.
La población más joven, los estratos más desprotegidos todavía tienen la esperanza en que el progresismo puede cambiar la realidad del país, que puede reivindicar sus derechos, que puede lograr la equidad y la justicia social; pero para ello debe haber un liderazgo consecuente con esos principios y que sea capaz de conectar con los intereses y necesidades de la gente. Si la RC no lo entiende, si la CONAIE no lo entiende, si el resto de los movimientos no lo entienden; la derecha y sus vicios tendrán cada vez más espacios.
La opinión de Héctor Calderón.