Por: Héctor Calderón
Termina oficialmente la campaña electoral y, al parecer según varios expertos, la diferencia entre los dos candidatos a la presidencia de Ecuador ya no es tan cercana. Las últimas horas han estado marcadas por eventos que han golpeado a la candidatura oficialista. La incapacidad de gestionar las crisis por el derrame en Esmeraldas y las inundaciones en la Costa, el incremento en la inseguridad, la paupérrima atención en los servicios de salud, más las declaraciones de la esposa de Fernando Villavicencio y de la ex esposa de Daniel Noboa han provocado que, según varios expertos, la diferencia entre González y Noboa se amplíe.
Ha sido notoria la desesperación en el lado de ADN y en los ya conocidos abanderados del anticorreísmo. El gobierno ha intentado ganar el favor popular a través de la entrega de bonos, ha incrementado la campaña sucia en contra de Luisa González de manera infame y ha activado a todos sus medios, periodistas e influencers aliados; quienes ya han perdido todas las formas y han comenzado a hacer propaganda descarada y, hasta, vergonzosa.
Por el lado de Luisa González se nota tranquilidad y alegría. Es tan mala la gestión de su contenedor que, al parecer, los deslices comunicacionales de sus coidearios no la han afectado. Los cierres de campaña en ciudades como Quito, Guayaquil, Machala y Cuenca han sido multitudinarios. La candidata de la RC ha logrado darle sentido a su propuesta de unidad con los apoyos de Leonidas Iza, Verónica Silva y Jan Topic.
Tras culminar la campaña está claro el modelo de gobierno y desarrollo que cada candidato ofrece. Es necesario e importante que determinemos con qué opción podremos hacer de la salud, la educación y los servicios de calidad un derecho. Con quién podremos tener un Estado que vele por la seguridad, la inclusión, la equidad y el bien común.
Esperemos que este domingo, el proceso se cumpla con seguridad y transparencia, que prime la democracia y que, gane quien gane, logremos unificar al Ecuador y caminar juntos a un futuro más próspero, inclusivo y equitativo.
La opinión de Héctor Calderón