Por: Pablo Araujo G. Ph.D. en Biotecnología y profesor universitario.
Este espacio que me ha brindado Primera Plana me ha permitido ejercer como divulgador científico, sin embargo, hoy quiero apartarme de la ciencia y hablarles como un padre, hijo, hermano, primo, sobrino y nieto de una mujer.
Los eventos que hemos vivido en Ecuador los últimos 15 días son espeluznantes, por decir lo menos, me refiero al doloroso caso de la desaparición y posterior feminicidio de la abogada María Belén Bernal Otavalo.
La academia de la lengua española incluyó esta palabra y su definición en el diccionario en el año 2014. Y textualmente dice: feminicidio es el asesinato de una mujer a manos de un hombre por machismo o misoginia.
Siendo el machismo la actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres, es una forma de sexismo caracterizada por la prevalencia del varón. El machismo es la aversión a las mujeres.
En la Wikipedia se puede leer que el feminicidio es un acto de máxima gravedad, en un contexto cultural e institucional de discriminación y violencia de género, que suele ser acompañado por un conjunto de acciones de extrema violencia y contenido deshumanizante, como torturas, mutilaciones, quemaduras, ensañamiento y violencia sexual, contra las mujeres y niñas.
Quien acuñó el término es la activista de derechos de las mujeres, la sudafricana Diana Hamilton Russell, en uno de sus escritos de 1992, nos dice que el feminicidio representa el extremo del continuo terror que experimenta una mujer y que se expresa por una amplia variedad de abusos verbales como físicos, tales como violación, tortura, esclavitud sexual (particularmente por prostitución), abuso sexual infantil incestuoso o extrafamiliar, golpizas físicas y emocionales, entre otras.
Un feminicidio es un acto aberrante. Totalmente indigno de nuestra especie. Me cuesta mucho trabajo pensar que en pleno siglo XXI, puedan existir aún hombres que actúen pensándose superiores a la mujer.
Desde este espacio expreso mi solidaridad a la familia de la Dra. Bernal Otavalo, en especial a su madre y pequeño hijo. Como ciudadano espero firmemente que este sea el momento para cambios profundos en tema de políticas públicas preventivas de delitos.
La opinión de Pablo Araujo.