Por: Carlos Coronel, economista especializado en investigación de opinión pública
Alrededor de 6 mil nuevas autoridades locales fueron electas el pasado 5 de febrero de 2023; el mapa electoral del Ecuador quedó signado por la representación mayoritarita –formal- de izquierda, centro izquierda y movimientos locales; complementados por líderes de centro derecha y una amplia respuesta negativa hacia candidaturas del oficialismo. La representación electoral local, no anticipa necesariamente una fuerza política con miras a 2025; aunque es un signo muy importante.
Así, en los próximos días asistiremos a discursos de posesión de las distintas autoridades; y si bien la historia política ecuatoriana nos regala discursos complejos y memorables como las “Siete Armonías” de la posesión de Jamil Mahuad, donde se iniciaba citando Eclesiastés:
“Todo tiene su tiempo y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora”.
Y más adelante se preguntaba sobre la condición de líder:
“¿En qué consiste la sanación, sino en la recuperación de los equilibrios?
Desde la antigüedad, los pueblos han pedido de sus líderes que
sean una mezcla de sanador y de guía. El líder restablece
armonías y muestra caminos, arma consensos y enseña salidas.”
Discurso de posesión del ex presidente del Ecuador, Jamil Mahuad, 11 de agosto de 1998. Disponible en: https://bit.ly/3MhRmLE
Y otros discursos, donde la sensibilidad gana al orador, quien sucumbe hasta las lágrimas; o incluso, aquellos donde la producción general del evento, en suma o incluso superando a la persona en el atril, sobrecarga de emociones al público.
Con estas ilustraciones, destacamos 3 aspectos que contribuyen a apuntalar un discurso político y en particular uno de posesión, basados en el cumplimiento de la ecuación empatía + cercanía + certeza:
1.- SEPARAR LOS MOMENTOS
Las campañas electorales requieren de contraste. Ese contraste, genera distancia entre una propuesta electoral y otra; e incluso entre los segmentos del electorado. Un discurso de posesión debe contribuir a establecer un momento distinto en la opinión pública y la conversación política; debe ser el parte aguas entre elección y mandato; entre voto y gobierno.
En este sentido, la trillada frase de “ponerse la camiseta de la ciudad” puede simplificar al extremo esta necesidad; sin embargo, la gestión del disenso es más compleja en la administración y el discurso de posesión debe ser directo en convocar a unos determinados valores políticos y de gestión que marquen un rumbo y por tanto; en la práctica, movilicen la gestión política en función de cada localidad. En función de temas y no de personas.
El discurso inaugural debe emitir un mensaje claro y una oferta específica para acercar a los diversos: esa oferta es la misma gestión de gobierno, sus planes, programas y proyectos.
2.- GENERAR CERTEZAS
El encargo del mandato popular se origina en el voto (que debe agradecerse de forma explícita); ese que ha sido conquistado con emocionalidad, conexión y una propuesta. La posesión, es el punto de inicio de la gestión del poder público para poner marcha esa propuesta; esta marcha no es retórica, sino que tiene pasos, tiempos, resultados e hitos.
El efecto de un discurso de posesión implica entregarle a la ciudadanía, concreción sobre la ejecución de la propuesta que conquistó su voto; esto conecta –generalmente- con la famosa fórmula de los 100 días, que si bien tiene origen consuetudinario más que técnico, se ha convertido en una regla fáctica de los ejercicios de gobierno.
3.- FORTALECER LA VOCERÍA
El discurso de posesión debe contribuir a erigir una vocería confiable y competente. La administración pública eficaz, demanda de liderazgos descentralizados bajo un liderazgo público que aglutine y gestione, con alta escucha, técnica e importantes capacidades de gestión.
Un buen discurso no se califica por la cantidad de figuras retóricas, el tiempo de extensión o la brillantez y elocuencia de la persona oradora; puede tener todos esos elementos en cantidades, y no funcionar en sus objetivos.
Un discurso eficaz debe marcar la pauta, intensidad y profundidad del debate de todos los actores en la gestión.
En este sentido, la autoridad debe resolver cuestiones simples y determinantes:
- Leer o no leer el discurso; usar o no un atril; establecer las palabras y tiempos adecuados a la audiencia, el lugar e incluso la temperatura ambiente –para que la noticia del desmayo de algún vecino no le gane a una frase memorable del orador-;
- Establecer la estructura de su oratoria (presentación, nudo, desenlace, llamado a la acción) en papel y en palabra. La frase inicial tiene necesariamente un tono y una potencia diferente a la final;
- Resolver previamente cuál es la frase memorable, el llamado a la acción y el titular de la nota periodística del discurso y dar esos énfasis en la alocución.
En resumen, cada ciudadano debe llevarse con el discurso de posesión un mensaje que responda a inquietudes básicas: ¿Quién es la autoridad? ¿Cómo va a ser su gestión? ¿Qué valores propone? ¿Qué pasará en el corto y mediano plazo?
“Si así lo hacéis, que la Patria os premie; caso contrario, ella os demande”.
Opinión en Primera Plana.