Este 6 de diciembre, y como cada año, Quito despertó con un aire especial. La “ciudad más linda del mundo», cumple 490 años de fundada entre historia, tradición y los desafíos que impone la modernidad.
Para los quiteños, cada aniversario es más que un recordatorio de su pasado colonial, es un momento para celebrar su identidad, su cultura y su espíritu resiliente.
Este viernes, el Centro Histórico será el corazón de las festividades. Con una sesión solemne las autoridades recordarán esta tarde el aniversario de la ciudad declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1978 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Sin embargo, desde finales de noviembre los habitantes de esta urbe festejan su fundación con una agenda de más de 200 eventos, entre ellos desfiles cívicos, conciertos y festivales tradicionales.
Desde entonces, es común caminar sus calles entre el sonido de las tradicionales bandas de pueblo, mientras las voces de los vendedores ambulantes ofrecen empanadas, pristiños y el tradicional canelazo, bebida preparada con aguardiente, azúcar o panela, anís estrellado y canela, sabores típicos de esta época del año.


Por las vías circulan las conocidas «chivas”, autobuses o camiones convertidos en pistas de baile móviles y los balcones también lucen adornados con banderas de la ciudad, y en el aire se mezclaba el aroma de la comida con el bullicio de la celebración.

Desafíos de una ciudad que crece con la modernidad
Este aniversario no solo es una celebración, sino también una oportunidad para reflexionar sobre los desafíos que enfrenta la ciudad.
El crecimiento urbano, la movilidad y la conservación de su patrimonio histórico son temas que preocupan a los quiteños, quienes reconocen la necesidad de proteger su legado para las futuras generaciones.
El alcalde quiteño, Pabel Muñoz, dijo al canal Teleamazonas esta mañana que el desafío principal de este año ha sido el de “recuperar el espacio público para compartirlo con los ciudadanos, los únicos que pueden, cuidándose unos a otros, combatir el tema de la inseguridad” que golpea a la ciudad en los últimos años.
Por otro lado, la gestora cultural, Juana Guarderas, reflexionó en declaraciones al canal Ecuavisa sobre la identidad de la urbe y sus habitantes.
«Creo que Quito no es solamente el canelazo. Nos falta profundizar y enamorarnos de esta ciudad», explicó.
El abrazo de los volcanes
La ubicación de Quito es tan extraordinaria como su historia, a 2.850 metros sobre el nivel del mar, en un estrecho valle rodeado por volcanes que vigilan sus días y noches.
La vida aquí se despliega entre la majestuosidad natural y el latir constante de la urbe, creando una simbiosis única entre lo humano y lo geológico.

El Cotopaxi parece observar Quito desde el sur, mientras al oriente, el Antisana y el Cayambe muestran sus picos desafiantes. También al occidente, el Rucu y el Guagua Pichincha forman una barrera natural que resguarda la ciudad.
Los quiteños están acostumbrados a vivir bajo la sombra de los volcanes. Sin embargo, esta cercanía también tiene su lado inquietante. Las actividades sísmicas y los ocasionales reportes de emisión de gases del Guagua Pichincha son recordatorios de que los volcanes, aunque imponentes y silenciosos, pueden despertar en cualquier momento.
Pero han aprendido a convivir con esta realidad, preparando planes de evacuación y adaptándose a los caprichos de la naturaleza. Porque al atardecer, cuando el cielo se tiñe de tonos anaranjados y rosados, los colosos se convierten en sombras majestuosas que enmarcan la ciudad.
