Por: Tatiana Sonnenholzner, especialista en comunicación digital
Con un golpetazo en la mesa y la sonrisita que se dibuja en el rostro cuando el falso sentimiento de superioridad embarga y es aupado por una horda de verdugos disfrazados de humanos que quieren ver sangre correr, se cierra la sentencia. Los jueces y juezas ya pueden retirarse a descansar o practicar, desde sus teclados, nuevas maneras de juzgar hasta el próximo caso, donde sin contexto ni criterio condenen al siguiente criminal, pecador o simplemente portador de un pensamiento diferente. Una manada de caballos de carrera que corren solo para alcanzar el objetivo, sin importar el sentido, el contexto, la razón. Y en Ecuador, razones sobran.
¿Escucharon ese sonido? ¡Es justo eso! su martillo en la mesa sentenciando mi condena. Seguramente soy una libertaria, izquierdosa, defensora de terroristas, crítica de sofá, privilegiada en una burbuja, idiota o hija de una madre dedicada a la vida alegre. Es así como bajo el contexto adecuado tal vez tengan razón, menos en la última, a la madre no se toca y aunque ya tengan su juicio sobre mi desde que leyeron mi nombre, les pido me lean unos minutos más. Al final, todos tenemos derecho a la defensa.
Verán, dando más argumentos a que soy una crítica de sofá, vivo en Suiza. Este es uno de los países más seguros del mundo, no lo digo yo. La tasa de homicidios en 2022 fue del 0,49 por cada cien mil habitantes. Los ciudadanos tienen garantizados el conjunto de derechos y libertades fundamentales para el disfrute de la vida humana en condiciones de plena dignidad. Entonces, cuando alguien comete un acto por fuera de la ley -como es un hecho aislado- se lo reconoce, investiga y castiga dependiendo el nivel de gravedad. En la mayor parte de los casos la persona ejecutora de este delito viene de contextos o infancias violentas, padecen algún problema mental o tienen una adicción a las drogas.
Por esas razones este país ha tomado algunas medidas, principalmente en tres aspectos: Ley de estupefacientes, Ley de extranjería y Código Penal. Aquí seguro volvieron a respirar y tener fe, porque usualmente quien juzga flojo de contexto y con el dedito apuntando al otro, también grita por el endurecimiento de penas, más leyes y más privaciones. Pero es todo lo contrario. La ley de drogas garantiza a los adictos lugares para que consuman, atención e incluso las dosis. En la que tiene que ver con extranjeros hay que cumplir con algunos requisitos para estar en este país, uno de ellos es tener un contrato de trabajo. Dentro del Código se trata de evitar, mientras más se pueda, la sentencia de privación de libertad en una cárcel y se protege la privacidad de los victimarios con el fin de garantizar más fácil su reinserción, las penas apuntan a multas y sanciones. (Teniendo en cuenta el dato del párrafo anterior).
Con base en esto, recuerdo lo que mi ex arrendataria suiza decía: “Para que pase algo malo solo necesitas una persona mala”. Y qué lindo poder decir eso, qué lujo pensar que la maldad habita sólo en ciertos seres humanos, que es como una especie de demonio que te posee y te obliga a cometer acciones incorrectas, que es ajena a tu realidad, perteneciente a otros lugares, tal vez lugares en otro Continente, lugares como Ecuador, lugar que no fue bendecido con esta calidad y cantidad de personas “buenas” donde el diablo no visita porque hace mucho frío y él prefiere el clima perfecto de la mitad del mundo. Que paz caminar con esos pensamientos sobre los buenos y los malos, lastimosamente querida Frau Steiger, la realidad es otra.
En mi querido y pobre país, donde al diablo le gusta vacacionar, más allá de buenos y malos, hay desigualdades sociales. Este es el más maquiavélico de los demonios porque cuando te toca te sucumbe a la miseria absoluta, a un lugar oscuro donde todas las pesadillas se hacen realidad, donde ni nuestros más perversos pensamientos le hacen justicia a lo que es. Donde los niños nacen sin futuro y sin opciones para revertir esa condena. En mi injusto país, sus padres fueron una vez esos niños y cumpliendo con la profecía hoy son, en su mayoría, esos salvajes que sin acceso a la educación se graduaron con el título de criminales, los que ante el abandono se juntaron para hacerse compañía y los que, cuando los poderosos les prometieron que los ayudarían a salir del infierno solo cavaron más profundo el hueco, se tuvieron que agarrar de la soga que el antisocial que supo cómo escapar del pozo les lanzó.
Seguro volví a la categoría de protectora de delincuentes, alcahueta, imbécil o privilegiada incoherente. Sin embargo, sostengo mi premisa como una verdad. Así como otra verdad es que eso mismo no es un argumento válido para justificar lo que está sucediendo en estos momentos en Ecuador. No pretendo que esto vaya a cambiar con libros, teorías y abrazos. El demonio que les poseyó ya caló demasiado hondo y hay lugares de los que no se vuelve. Pero yo no soy quien esté apta para dictar su sentencia, porque mi diploma escribía periodista, no jueza, militar o experta en y estoy segura de que en la de la mayoría de ustedes, los que piden ver fusilamientos en vivo a los “malos” y al mismo tiempo repudian la violencia, tampoco. Es que sabrán queridos lectores que la desigualdad es un círculo vicioso, un tiro al pie de quien cree que eso nunca le va a tocar porque pertenece a otra clase, que afecta solo a las esferas más vulnerables, pero es como un moho que va pudriendo todo y tu estas dentro de ese todo también.
Lo que la experiencia me ha dejado un poco conocer es que si bien hoy corresponden medidas paralelas al nivel de desorden y crisis que existe, es momento de impulsar definitivamente políticas públicas para poco a poco evitar esto y es priorizando a las infancias. Así que mientras los organismos correspondientes están en la “guerra”, las otras funciones deberían empezar a trabajar en el plan de acción a largo plazo. El cual garantice el sano desarrollo de la infancia. Un niño/niña bien alimentados, protegidos, con acceso a educación para potenciar sus capacidades y desenvolver su cerebro, creciendo en espacios seguros, rodeados de cariño, respeto y entretenimiento son la receta, en la mayoría de los casos, para garantizar personas estables que contribuyan al orden social establecido.
Es momento de dejar de poner curitas sobre un cuerpo sin cabeza y dejar de lanzar condenas, a los que antes de nacer, ya fueron condenados.
La opinión de Tatiana Sonnenholzner.